EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

martes, octubre 13, 2015

SIN NOVEDAD

Qué tiempos aquellos, y los que nos quedan por padecer.
Apenas comía, sólo lo justo

y cuando el hambre me lloraba encima,
Pero no escatimaba en agua.


Era el ser humano puro. Casi cierto.
Los espasmos del polvo
me golpeaban en las gafas,
y el resoplar del desierto
se moría de una risa metálica
que me cuarteaba los pulmones.

Y alrededor, todo lo que no era yo,
incluida una carabina en mi hombro
que no reconocía.

Por un instante, me acribillaba de paranoias
y maldecía mi suerte al no tener tropas enfrente,
tan sólo el aire, el aire incontenible,
repleto de púas invisibles y colmillos que desorientaban.

Increíble.
Treinta y dos años de servicio para esto.
Y aquí sigo de guardia, sin novedad.
Me alisté con lo justo y por lo justo.
Cedí parte de mis entrañas a otros.
Porque otros llamaban a mis entrañas tripas.
Y no podía permitirlo. Desde luego.
Pero mi peor enemigo 
no entiende de contratos,
ni de reglas,
ni de estrategias,
ni de fuerza.

Mi peor enemigo 
es el viento de la vida.

Y joder, cómo se mueve.

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