lunes, octubre 19, 2015
AUGÍAS EN MOSCÚ
Ya no hay héroes a los que cantar sus glorias
ni enemigos a quienes aplaudir sus triunfos.
En este bosque horizontal y lacerado,
donde sólo al descuido te llueve encima,
dos portones, al compás, hacen entrada y salida.
Es más fácil arrepentirse y recular
en el pasillo de un matadero, estrecho y fanático,
que volver sobre tus pasos, renegando de la Nueva Era.
Un grito estático celebra sus daños en tu garganta
(como quien posee a la fuerza a una inocente
y en mitad del crimen solapa otro mayor
al hacer volar las tapas de los sesos de su víctima,
triplicando su crueldad).
Lloran los pormenores internos de las reses improvisadas,
de las cosas que fueron gente, incluso a veces personas.
A veces las bayonetas
entierran mejor que las palas.
A veces el alma queda en el perchero
del vientre de sus madres.
Tu falta de pulso
es el injusto pago debido
a sus convicciones.
Y ahora te abrirán en canal, ya eres río,
y abren un canal, que os lleva.
Eligen portón, eligen gerifalte que contemple
tu desheredado cuerpo flotante.
Pero haz como yo.
Haz como yo, y cuando a sus pies desfiles
sal con la cabeza por delante,
por debajo de sus futuros cadáveres.
Si temer es creer que no se puede,
contempla sus caras:
los polos pasarán factura a sus brújulas,
y lo saben.
Aunque no estemos allí para verlo.
Aunque no haya héroes a los que cantar sus glorias
ni enemigos a quienes aplaudir sus triunfos.
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