martes, octubre 25, 2016
REALISMO NADA LIMPIO II
Usted se confunde, hermano. Se confunde y es divertido. Divertido porque en este pedrusco indomable e infectado de parásitos lo que provoca en mi carácter un mínimo de perplejidad es el hecho de que humanos repugnantes como usted se equivoquen. No yerran quienes se levantan todas las santas mañanas y se abalanzan sobre una taza repleta de secreción de teta de vaca y granos molidos y tostados de un arbusto objetivamente tóxico para los de nuestra especie. Tampoco lo hacen aquellos que consideran haber plantado su bandera en la tierra de la felicidad cuando se libran de que un alud de vómito sepulte su campanilla y desborde sus dentaduras primermundistas. No. Yerran quienes en un momento dado se han detenido en mitad de la acera, en mitad de la noche porque han observado a servidor de ustedes sentado, abierto de piernas y mirando al suelo atiborrando sus pulmones con celulosa, alquitrán y decenas de compuestos mierdosos más. Efectivamente, ha metido usted la pata al pararse ante mí y preguntar si me encuentro bien o si necesito algo. Se ha confundido al mostrar ese infrecuente altruismo porque efectivamente, no me hallo bien y sí preciso de algún concreto favor.
Necesito un abrazo, eso lo primero. Espero que se ofrezca. Le juro que no pienso birlar su cartera si se presta a mi solicitud. En verdad, dinero es lo que menos falta me hace ahora. ¿Ve aquella luz encendida, en aquella ventana, en el piso de ahí enfrente? Es allá donde vivo de alquiler hace ahora siete años. Machacado por deudas y cobardía, derritiéndome y fundiéndome sobre mi cada vez más estrecha zona de confort. Cinco idiomas, dos carreras, demasiado apego a las sábanas por las mañanas. Un genio de la botella que aspiró el polvo de todas las alfombras que encontró. A ese agujero de ahí arriba lo llamo casa. ¿Escucha los gritos? ¿o diría que son gemidos? ¿tal vez risas? ¿es anarquía lo que hay en las cuerdas vocales de quien emite esos sonidos, esos ruidos?
He bajado a la calle porque ahí arriba he dejado medio muerta a una amante veinte años más joven que yo con la que convivo hace cuatro desde que la echaron del domicilio familiar, siendo entonces aún menor. No. No crea que la he agredido ni mucho menos, jamás le pondría la mano encima. Simplemente no sé a quién llamar. No sabes realmente a quién llamar cuando entras al asqueroso baño de tu asquerosa choza y te encuentras una escena infinitamente asquerosa. Figúrese, ¿qué haría usted? En medio de un cóctel de síndrome de abstinencia, esquizofrenia nunca diagnosticada, diarrea y melancolía, tu pareja estable, que de estable tiene poco, decide parir un hijo en la taza del puto wáter. El niño, porque creo que es niño, viene de cabeza y cae con tal violencia contra el fondo que queda con su cabecita atascada en un hueco con un agua repleta de mierda descompuesta, orina, sangre, restos de placenta y todo un catálogo de infecciones por falta de la más elemental higiene. Al llegar a casa encuentro un cuerpecito inerte, doblado, arrugado y entre amoratado y rojizo en el fondo de mi cagadero. A su madre, tratando de extraerlo y logrando sólo apartarlo para encontrar un resquicio donde vomitar lo que parecen pastillas mezcladas con algo de cerveza barata de marca blanca. Menuda puta mezcla, sólo me faltó cascármela en semejante olla de humanidad.
Oh, venga, si soy prácticamente un héroe. He logrado permanecer allí, íntegro y de una pieza, hasta hace unos diez minutos. Y mire, usted se ha dejado caer por aquí. Así al menos me creerán.
Efectivamente, buen samaritano. Usted se confunde al ser tan amable conmigo, porque jamás podrá olvidar esta historia. Y es divertido, créame, lo es, porque después de haber vivido lo que he tenido que vivir, todo lo que venga más tarde, todo lo que suceda después, todo lo que el género humano vaya a sufrir en el futuro, me parece de lo más jodidamente divertido. Por favor, llame a una ambulancia.
Pero antes, ¿me podría dar otro abrazo?
martes, octubre 11, 2016
AM ENDE
Voy a dispararme en el puño que golpea en el recuerdo,
en el pie que me hace correr hacia ti,
en la distancia que amenaza el reencuentro.
Somos como madre ciega e hijo ciego
hermanados con el cero absoluto, el negro inapelable,
murmurando anzuelos y orando entre paredes sucias.
Cómo cuadrar esta desaliñada tranquilidad
con estas ansias tan elegantes y limpias.
Cómo arrancar esta lengua mía
que tanto deseo lamer.
Cómo convencer a mis talones
para que dejen de tocar a torpe retirada.
De qué manera deshacerme sin ruido
del agitador de masas encefálicas.
He desenrollado el hilo de la historia interminable,
he ahogado a Atreyu,
lo he descuartizado y dado de comer a Gmork.
Dios
sigue callado.
domingo, octubre 02, 2016
LAS CASAS DE DIOS
Cuando el reloj dé las horas,
cuando te despidas de tus hermanos,
cuando en el otro lado de la calle
se encienda la luz,
la misma luz
que tu Pastor apagó
entonces, neoyorquino, volverás a sospechar
que Dios ha vuelto a cambiar de bando.
Brooklyn, Nueva York, 10 de diciembre de 2014
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