martes, noviembre 29, 2016
SUBVALERIANA V
Afronto el espinoso verbo
de bocas nada crepusculares
con la sonrisa de quien sabe
romper el plato adecuado
a la hora exacta,
en el momento más injusto
para sus guiados latidos.
Patalea una tubería bajo el joven cuello
del refugiado entre libros previsibles
cada vez que el estanque se hace cárcel
y el argumento coz rabiosa a una niebla
que creyó domesticada a voluntad.
Afronto el lento insulto
de bocas demasiado crudas,
contemplo desde el balcón a su fracaso
lanzándome piedras,
recibiéndolas de vuelta en su cara
y cosiéndole los ojos a su amo.
No hay perros ni avispas
que azuzar en mi garganta.
No hay clavos que clavar al rojo vivo
en este taller sin candados.
No hay salvoconducto para el cuchillo.
Y, sobre todo,
no hay puño que pueda tumbar
las olas de la fe:
me dejan en la playa de lo visible,
por eso no me amarga
tragar sal de su agua en tormenta.
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