EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

viernes, julio 29, 2016

BLUES DE KABUL XIII: HE VISTO.

Al habla Walter Widgett.

He visto 
su bazo atravesado
por riadas
de cucharas sucias
extractoras de almas.

Ni un dedo espectador
ha ejercido su deber 
de articulación.

El brazo ejecutor 
se encarama entre hematíes
y saluda.

Estoy en medio de un bodegón,
en tiempo real,
con llovizna en los zapatos,
recordando a esos jodidos mentirosos de grado 33
que aseguran
desde sus obradores de embustes
que vivimos en un país
seguro hasta la muerte.

Los cobardes tienen cada vez
menos margen para la indiferencia
y su reproducción frenética
atrae a los insectos.

El cordero
no sabe qué responder
cuando es cordero.

Espero al menos
que si me comen
se acuerden de mí
desde el resto incómodo entre muelas
hasta el alambre de espino en que me convertiré
y que su cuerpo
habrá de expulsar

cagando.

Corto y cierro.


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