EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

jueves, julio 14, 2016

BLUES DE KABUL XI: PAPEL

Al habla Émile Hezerrec.

Libros gordos,
libros gordos.

Al pecho.

Por si viene a por mí la Policía del Pensamiento
y abre fuego sobre mis escasas carnes.

Soy un blanco fácil,
dispárenme.

Ustedes. Tan armados como desalmados.
Dispárenme, cobardes.

Que las páginas me harán de venda,
de gasa,
de esponja,
de excusa para no acudir mañana a mi cita con la vida
porque estoy muriendo
con árboles tatuados fundiéndose contra mi pellejo.

Sí. Estaré muriendo cálidamente inocente
mientras unas balas siempre culpables
pasarán sin llamar.

Demasiado tarde.

Cuanto más se me escapa el aire
más apesto a alma libre,
muchos más espíritus apostarán sus cuerpos,
y con ellos cada vez más fuerte
les golpeará en sus caras el martillo de herejes
que forjaron para tratar de callarnos.


Corto y cierro.

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