EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

lunes, diciembre 20, 2010

L'esteru

Esti cuentu pasó jaz munchos años enos bosques de Santander de quando las luchas colos moros:

Una vez había un hada huena, mu guapa, alta y tresná col pelu comu el sol y los sus ojos mu brillantis. Comu tolas hadas, era mu huena y siempri tuvía unos enanucos con sigu. Un día, iba por una cambera'l bosque y paró a beber y a peinase nel ríu. De repenti, empenzó a oír gritar a los enanucos, qu'habían alcontrau angu que se movía dentri unos troncos al lau d'unos arbustos. Acercóse el hada y tolos enanucos la miraban.
- “Es un neñu, es un neñu”, dijeron toos. –“No podemos dejalu aquí, se moriría de fríu”-, dijo el hada, -“tenemos que buscale una casa colos humanos”-.
-“Dende abora” –, dijo el hada al críu, – “te llamaremos Esteru, porqu'es una huenura habete alcontrau”. “Y te daré los regalos de ‘valentía’ y ‘bondá’, duranti tola tu vida”. Estuencis el Hada cogió al críu y lo llevó a una casuca al otru lau del bosque onde vivían un home y una mujer que no tuvían neños. “Ellos le cuidarán y estarán contentos de tener un neñu”, dijo el hada, y dejó al neñu ena puerta pa ellos.
El home al salir de la casa, se sorprendió muchu al ver al críu, y llamó a su esposa: “¡¡Cuca, Cuca, ven aquí rápidamenti!!¡¡Ven a ver lo qu'han dejau!!”. En tal comu el hada había dichu, el matrimoñu jueron muy felizis en alcontrando a esti neñu y mu luegu cubriéronlo y acetáronlo como'l su hiju.
Y asina jue comu Esteru creció n'aquellas montañas, convirtiéndose nun juerti y amable home. Sus padres jueron mu felizis con él y Esteru sintíase mu queríu.
Esteru trabajaba tolos días de la mañana a la nochi, cortando maera y ayudando al su ancianu padre pa vender los coloños de maera enos pueblos. Dempués de munchos años sus padres murieron y quedó mu solu ena casa'l bosque.

Jueron pasando los años y se jue jaciendo mayor, su cara escomenzó a arrugase y el su pelu a ponese brancu y con una gran capa gris. Col tiempu, se golvió tristi y diose cuenta que lo que necesitaba era ayudar a otras personas que lo necesitaban. S'alcordó qu'en un pueblu cercanu había una casa ena que vivían munchos neños huérfanos. Vivían de qualquier cosa que la genti'l pueblu les daba, y diose cuenta de qu'esos neños estaban mu solos, comu él, y que podía jacer cosas por ellos del mou que jueran felizis.
Esteru era mu listu y mu huenu jaciendo cosas colas sus manos, de manera que jizo unos juguetis de maera p´aquellos neños: juguetucos y muñecas, qu'él podría llevar a los neños pa quando juera al pueblu a vender la su maera. Quando terminó los juguetis, púsolos nuna gran bolsa. Puso la bolsa sobre'l su burru y marchó pal pueblu. Estaba mu feliz por dentru aquel día, y los sus ojos brillaban de alegría.
Estuvo tola mañana caminando polos montis hasta allegar al pueblu, pero estaba mu feliz. Sonreía como si estuviera nun sueñu, porqu'estaba llevando a los neños los juguetis qu'él había jechu. Los neños nel pueblu estuvieron mu felizis quando recibieron sus regalos y Esteru pasó la tarde jugando con ellos y contándoles los cuentos qu'había aprendiu del su padre quando él era pequeñu. Los neños quisían muchu a Esteru y dempués d'aquel día ellos no se sintieron tan solos comu dantis.
Esteru se golvió mu conociu enos pueblos. Ca vez qu'él s'acercaba, bien luegu era rodeau polos neños y asina jue recorriendo tolos pueblos de Santander y regalando los juguetis qu'él mismu jacía.
Y así pasó durante munchos... munchos años, pero una vez hubo una enorme galerna qu'asoló los pueblos y montañas, que destruía munchas casas y bosques. Los fríos y juertes vientos y el soníu' los truenos dejaron a la gente mu asustá y temerosa, sobre too a los neños.
Esi día, quando Esteru estaba caminu' el pueblu, vio un rayu que asganzó la casa' los neños huérfanos que rápidamente empezó a arder en llamas. Corrió rápidamente pa la casa y vio algunos neños nuna' las ventanas, mu asustaos, gritando y pidiendo ayuda. Ensin dudar ni un momentu, llegó hasta la casa qu'estaba en llamas y cubriendo a los neños con una manta pa protegelos del fuegu, sacólos de la casa al través d'una ventana del primer pisu.
Pero mientras él estaba tratando de salir, una viga' madera vieja y grande del techu cayóle encima. Esteru cayó aplastau nel suelu y con gran dolor, el su corazón dejó de latir. Las personas del pueblu lloraron quando vieron la casa en llamas y supieron lo qu'había ocurriu, sabían que ya era tarde y no podían jacer nada. Pero… nesi mismu momentu jueron sorprendíos por una luz brillante que salía de la casa en llamas. Nadie podía ver lo qu'estaba pasando ahí adentru.
Pero adentru la casa, el hada que había alcontrau a Esteru enas montañas, quando él era un críu chicu, apaició juntu a él y comenzó a llamalo pol su nombre cola su dulce voz: “¡Esteru! ¡Esteru!”. Y dijole: “Esteru, tú juisti un home huenu, llenu' fe y de huen corazón. Has dedicau la tu vida a jacer cosas pa los demás, y has dau hasta la tu vida pa salvar a otras personas. Por esu, no quiero que te mueras. Yo quiero que vivas pa siempre. D´ abora n'alanti, tú jarás juguetis y otros regalos pa tolos neños de Santander y de tolos rinconis del mundu”.
“¡¡Y nojotros t'ayudaremos!!”, dijeron tolos enanucos, alredor d'Esteru.
Y d´estuencis tolas navidades, a la final de ca añu, Esteru va polos pueblos col su burru repartiendo felicidá a los neños...

lunes, diciembre 13, 2010

INSPECTOR VAGANCIA

Entre helechos de cuarzo
Abriéndose paso a golpe de ronquido
Avanza por la jungla neuronal el Inspector Vagancia
Despegado de todo atisbo práctico
Complacido por el arrepentimiento que siembra
Cada vez que se enfunda el mono de trabajo.

Me deja masticar, me impide tragar
Para qué quiero boca en mi corazón precario
Si el Inspector Vagancia me hace escupir el veneno
No quiero su metadona, no, no quiero que me desintoxique
Y menos cuando me anula con sus drogas
Pero no me quejo, saco la lengua y muestro el dedo, he perdido.

El Inspector Vagancia envía a las Musas, que me agreden
No me dejo defender, no dejo de atacar, entre resquicios vacíos
Y a veces quiero que me corten las alas porque él quiere
Pero más fuerte que todos, más constante, más insistente, más consistente
Más determinante, más libre, más deliberada, desde luego y sin duda,
Es mi ansia de purgar mi indiferencia entre cuartillas.

miércoles, noviembre 17, 2010

Oración por Asia Bibi. Acudid.

Embajada del Pakistán en Madrid.

Metro Pío XII.

Domingo 21 a las 13 h.

http://layijadeneurabia.com/2010/11/16/accion-oracion-frente-a-la-embajada-de-paquistan-en-madrid-por-asia-bibi/comment-page-1/#comment-61058

martes, noviembre 02, 2010

Xh

Es esa clase de chicas a cuyas ventanas cualquier mocito soñador se pasaría la noche tirando piedrecitas. No es mi arquetipo de belleza. Ni siquiera es mi tipo. De edad me queda un poquito a desmano, ¡una pena!. Tiene buen sonreír y buen cuajo y aguante para con el capullo que, entre otras cosas, esto le escribe. Y no parece forzado. Nunca la he visto enfadada.

Observa detenidamente a la gente aunque crea que nadie se da cuenta. Los profesionales de la meticulosidad sí que lo hacemos, pero sabemos perfectamente que, llegado el momento, será una de los nuestros. No hay prisa, esa clase de fallos se corrigen con el tiempo casi siempre. Sobre todo cuando, como ella, abultas poco y pasas desapercibido, a pesar de su particular estilo.

Bien es sabido que entre mis fobias irreversibles se encuentran los pañuelos palestinos. Un ansia pirómana me invade cada vez que detecto uno de esos trapos cerca. Al igual que las rastas, cuyo tacto me causa tanta grima. Pero sin ambas cosas, no sé si el mundo, pero al menos yo, sabemos que no sería lo mismo. Habría una anomalía inexplicable. Uno llega a pensar que en su propia esencia se encuentran enraizadas esas dos características que, en cualquier otra persona, me darían algo más que grima. Y es que las grandes personas desbordan desde su buen fondo, incluso el cuerpo que les contiene. Esa avalancha de buenos sentimientos llevándose por delante mis más arraigados y frondosos prejuicios. Y hace de la gente que los desencadena, mis mejores amigos.

Hablar en su justa y correcta medida, aunque sea con acento andaluz, crea en mí una extraordinaria curiosidad. Y así es su discurso. He conocido a demasiadas pedorras teenagers de incontenible e impertinente verborrea, del mismo modo que encantadoras y calladas jovencitas han acabado por entristecerme con su desconcertante silencio. Siempre se lo digo, "hay tanta gente prescindible...", y sonríe y parece asentir, por aquello de quien calla, otorga. No lo sé. No sé su opinión de tantas cosas, en realidad... Y no me importa, realmente no lo considero relevante, aunque me parezca una pequeña progre comunista. El bien ya está hecho. Escucha, no oye. Habla, no cotorrea. Soporta tranquilamente a quienes para otros sería imposible.

No me gusta hablar bien de la gente, es un regalo que a veces nadie te devuelve, creyendo que es un préstamo que algún día les he de reclamar. Y no lo pretendo. No pretendo que me correspondan. Simplemente espero, precisamente, que se den cuenta de ello, de mi interesado desinterés al respecto. Y si, como creo, ella me conoce al menos lo suficiente en estos asuntos, no habré perdido el tiempo halagándola gratuitamente.

Y hoy, concretamente hoy, no tengo más que añadir.

domingo, octubre 31, 2010

Hoór parlaré meckei...

... dacke qui habituale venet nend. Spero, hoorben, qui ups lextores kännant exkusar et diskulpar diste repentino egozentrismo qui nup bloghe prevalecet.

Nunca me ha importado pedir disculpas, pero sí que me cuesta hacerlo. No es contradictorio. De ahí que no lo haga en castellano.

Una vez dicho esto, saludo al respetable desde mi querida habitación cántabra, ya que, hasta mañana, y desde ayer, será aquí donde pase estos dos días. Como se pueden imaginar, ya estoy haciendo la maleta para irme... y fue ayer cuando comencé a deshacerla. El trabajo ennoblecerá, pero esclaviza nuestro tiempo.

Y mirando algo tan simple como una maleta a medio cerrar, se da cuenta uno de que su interior muchas veces puede ser el espejo de uno mismo. Lógicamente, en función del viaje que se vaya a realizar, su contenido "puede verse sometido a variaciones" (algo así se puede leer en el cuadrante de menús de mi antigua residencia), pero siempre hay un "algo" que define en todo o en parte al propietario. Un mínimo detalle del que se parta es suficiente. Concretamente, en mi maleta, que he usado más que nada como intercambiador de ropa de verano y tardío por ropa de entretiempo e invierno, me he visto. He visto al notas de 27 años que soy. Desde cualquier perspectiva. Desde cualquier ángulo. A cualquier hora. En todo tipo de hábitat. Sólo o acompañado.

Un pelotón de camisas de variados y suaves colores han soltado su olor a recién lavadas cuando he abierto completamente la maleta. Bien dobladas y planchadas, sobrias y elegantes. Algunas, bastante horteras y/o pijas para mi gusto. Gajes del oficio, camaradas y compatriotas. La abogacía, pienso a veces, requiere de una seriedad que tengo que extraer de mí con mucho esfuerzo. Pero eso es lo que he querido ser, y es un precio que he de pagar, y gustoso lo hago.

Nudo gordiano. Nudos marineros. Nudos de corbata: mi asignatura pendiente durante tantos años. Aprobada "raspadita", en el fondo mis rústicos orígenes me dificultaron siempre realizar los en principio simples juegos de manos necesarios para obtener bajo mi nuez un poco de elegancia urbanita. Las corbatas despiertan en mí un sentimiento de amor-odio muy poco común: las de pala estrecha con colores serios (o rojas) me apasionan, mientras que las anchas, con rayas y colores chillones me dan especial grima. En mi maleta, dos humildes corbatas de pala estrecha (negra y gris, respectivamente), se dan de hostias por buscar un hueco entre tanta camisa atufando a lavanda. Me encantan.

Los tirantes no han muerto. Que se lleven poco no quiere decir que su utilidad haya de ser puesta en entredicho. Jamás. Los tengo de tres y de cuatro trabillas, y su comodidad, al menos para mí, es indudable, amén de su elegancia y sencillez. En una esquina, parecen charlar animadamente con la competencia, ese par de correas negras que, a su vez, se miran entre sí con desconfianza. Una con hebilla simple, otra con la Eisernes Kreuz. Ésta dicen que asusta un poco, pero creo que exageran. La ignorancia de muchos la nazifica injustamente.

Dos camisas se sienten marginadas al fondo de la maleta. Una gris sencilla, y una negra de aspecto sacerdotal. No parece recomendable usarlas para ir al trabajo, no. Se merecen mucho más. Se merecen salir un viernes, un sábado, una tarde a tomarse un café y a mancharse de migas y crema de pastel. O de cubata. No son dignas de ser condenadas a restregarse contra una mesa llena de papeles y con un teléfono constantemente sonando a un lado.

Otra camisa, aislada de sus hermanas allá en Madrid, yace tranquila, sin molestar a nadie, en la maleta. Es una de mis queridas camisas de cuadros, prueba del orgullo de mi rusticismo bien exhibido sin tapujos. Os adoro, chicas, pegáis con todo... con todo lo que uno pueda llegar a imaginar: lo campechano, lo rebelde, lo tradicional, lo práctico, lo sencillo, lo gafapasta, lo lesbiano, lo rockero, lo minero, lo agrario, lo informático, hasta hacen juego con los manteles de las comidas campestres.

Tres pantalones se asfixian y amodorran bajo el peso de tanta camisa. Los denominados "pantalones de vestir". Uno negro, otro khaki y otro azul marino. Cómodos tanto para trabajar como para salir. Trillados y valientes, héroes de mil batallas cotidianas, aún vivirán muchas más, Dios mediante. Pero piden sustitutos, y ya empiezan a pedirlo a gritos perfectamente audibles.

Un orgulloso pantalón vaquero negro observa desde la silla el macarrónico conglomerado fashionvictim que alberga mi maleta. Se sabe mi favorito, sabe que difícilmente conocerá un viaje encerrado en un compartimento de autobús o de tren. Como mi cazadora vaquera negra "la Borrega", being weared by Skander since 2002, toda una seña de identidad, con su parche del Ala nº 12 del Ejército del Aire. Paint it black.

Camisetas de manga corta apretujadas completan el magnífico fresco. Negras, rojas y azules. Muy gráficas. Muy prácticas. Y muy informales, por fortuna. Tan válidas en verano como vestimenta principal, como en invierno como prenda "de debajo". Otro clásico

Y al fondo de mi cuarto, impertérritas, enjutas, viejas, preciosas, con kilómetros bajo sus suelas, mis Doctor Martens. Invencibles y duras desde hace ahora seis años. Parece que fue ayer cuando jubilaron a las anteriores, tras otros seis años de fiel servicio. Pronto otras las substituirán, seguramente. Pero, una vez más, serán iguales que las anteriores, idénticas. Impepinablemente.

Cierro la maleta. Y comienzo a encontrar las palabras que pueden autodefinirme, por mucho que digan que nadie sea buen juez de sí mismo.

Sí, efectivamente. Soy un anarcofascista-rockero-siniestro-rústico-retro. Más o menos.

O ni más ni menos. Puf.

Pero sobre todo, un sentimental.

martes, octubre 26, 2010

Aracnocracia II

Ha vuelto en busca de su venganza. Cual pescador pirado en "Sé lo que hicisteis el último verano". No murió. Ha regresado con sus ganchudas patas, su extraño y pseudomarcial paso... me persigue...

¡PUTA!

Recordará el lector que hace ya unos añitos tuve una ligera controversia con ella. Con ese monstruo dotado de quelíceros y ocho patas, como el ya difunto pulpo Paul. Pero en fea y en letal. Molesta. Infame. Preapocalíptica incluso. El MIEDO en sus más puras esencias. Pues hace apenas 20 minutos...

...He sido protagonista de uno de los mayores ridículos del año. Vayan preparando su proyector de imágenes mentales, que "no tien desperdiciu". Bien entrada la madrugada, como viene siendo habitual, he decidido tomar una ducha pre-cama, de esas calentitas. Pero la cosa ya empezaba a torcerse porque, cuando me coloqué en posición de duchado y me remojé, en el zulo-baño que tengo justo al lado de mi dormitorio, reparé en que no había traído la ropa para cambiarme... "pero a quién se le pasaría por la cabeza salir chorreando de la ducha a por la muda, ya se me ocurrirá algo".

Y nada se me ocurre, pero algo ocurre: la bombona de gas se apollarda, petardea y se apaga. El agua que delicadamente va recorriendo mi musculado y bronceado cuerpo se asemeja cada segundo más a una radial amputándome las extremidades. Grito, blasfemo, tengo la cabeza repleta de champú, espumoso cual botella de sidra "El Gaitero" mareada en el Dragon Khan. Y comienza la segunda parte.

Bajando a la planta baja (no es redundancia, podría haber un sótano, listillos), mojado, con el pelo y el cuerpo completamente enjabonados, y con una toalla a lo Máximo Décimo Meridio versión locaza en apuros, casi me dejo el maxilar superior al resbalar en la cocina. Consigo volver a prender el gas. Y decido ir al baño del piso de abajo, con un plato de ducha más grande y con un espejo para autodesearte mientras te echas el Sánex por la rabadilla. Pero que siempre me ha dado grima. POR ALGO.

Tras aclararme el cuerpo y la cabeza, intento desquitarme estando un ratito de los largos bajo la alcachofa esa, pero el calentador vuelve a sufrir un esparabán y me deja otra vez en una atmósfera más propia de Rodolfo el Langostino. Suficiente, suficiente. Basta. Venga esa toalla... Canto, me seco a conciencia, y cuando voy a usarla de taparrabos para subir arriba y vestirme... LA VEO. Veo a LA PUTA. Ha crecido y engordado. Marronácea. Con cierto estilo. Paseándose por mi toalla. Magnífico. Chorreo agua por doquier, pero alcanzo una de mis chancletas y la intento apartar para que se vaya (empiezo a entender que no se puede hacer otra cosa contra esa inmortal pesadilla patilarga). Se resiste. Y grito, grito desgañitándome:

¡MUERE, CERDA!

Y la aplasto, o eso creo, con la chancla. Miro la suela que ha caído sobre ella. NADA. No está. Y veo que se escabulle por debajo de la toalla que he lanzado al suelo. Bravo. Ideal. Y mi ropa, arriba. Piensa algo, genio.

Y lo pienso. Veo una toalla de alguno de mis compañeros de piso(bajo la mía se halla una amenaza clara) y, chorreando, salgo con ella como puedo, subo las escaleras y me pongo un pantalón de pijama. Sigo completamente mojado, y ya empiezo a pensar que soy el tío más afortunado del mundo. Sin duda, muchacho, sin duda...

5 luces dadas. Una y media de la mañana. El cuerpo del bicho no aparece. Y yo por ahí mojado y en paños más que menores. Moviendo la toalla por el suelo, pisándola con la esperanza de oír un "crofch" que nunca llega. Comienzo a doblarla con miedo más que notable. Y recojo las chanclas con pánico, por si me espera ahí agazapada cual Rambo invertebrado. Las miro y remiro por dentro, desde lejos. No me las pongo, las pongo encima de la toalla doblada y salgo corriendo a mi cuarto. Tiro todo al suelo, lejos de mi cama...

Hasta ahora.

Las arañas gobiernan mi vida, vida que tiene una fecha de caducidad. No como las suyas, al parecer.

Y me están observando a mis espaldas. Lo sé. Y "Ella", nunca mejor dicho, también. Recen por mí.

viernes, octubre 15, 2010

Impropoemario.

Me encanta escribir poesía. Modestia aparte, he tenido desde siempre cierta facilidad para rimar, ya fuera en consonante o en asonante. Algunas veces (pocas) he empleado el verso libre. Muchos de mis poemas han tomado finalmente la forma de canciones, como las que toco con mi bandilla.

Aquellos que me leen suelen "acusarme" de oscuro, triste y deshumanizado a la hora de escribir. O con un humor nigérrimo. Y no lo niego. Es verdad. Mi desconfianza y falta de fe en el género humano son patentes. No soy irreligioso ni blasfemo, aunque pueda parecerlo a veces. Mi fe en la Humanidad es inversamente proporcional a mi fe en Dios. Si a veces da esa impresión, es precisamente para dejar al personaje que "interpreto" en mis obras, como alguien poco recomendable.

Mi poemario se basa en también en dos pilares fundamentales: improvisación e inspiración inmediata. Si te brota la inspiración, agárrala fuerte, que no se te escape, estoy convencido de que nunca durará más de cinco minutos en su apogeo. Y no suele volver tomando su forma anterior, es como un virus gripal. Por eso, creo hay que recubrirla con cierta cantidad de improvisación. Aunque a veces, ésta suponga el 99,5% de la idea. Últimamente, partiendo de un concepto básico, generalmente una palabra muy común o genérica, he ido "generando" una serie de poemas, cargados de humor, sátira, y, por qué no decirlo, vulgar y procaz lenguaje. Pero es increíble la capacidad que tienen de alegrar el día a quien los escribe. Lo que ocurre es que, debido a su carga "malévola", estaré un tiempo meditando si publico alguno en este blog.

Para todo lo demás... A.A.

Skander leaves the building.

lunes, octubre 11, 2010

COR EDIT CANEM

"COR EDIT CANEM"

EL SUELO NUNCA ES LO SUFICIENTEMENTE GRANDE PARA PODER CAERME RENDIDO, Y NECESITO EL CIELO PARA POSAR MIS PIES.

ASÍ SOY

SOY EL PERFECTO DESCONOCIDO DE LO PROPIO, LA TERRAZA MÁS CONCURRIDA DE LO AJENO.
Y AJENO A TODOS, RESPIRO

Y ME SIENTO COMO EL VAHO DE UNA VENTANA SIN CRISTAL, PERO MIS LÁGRIMAS LAS SÉ CONVERTIR EN BALAS DE GRAN CALIBRE.

BALAS DE GRAN CALIBRE PARA DEMASIADOS BLANCOS

Y NO ES CUESTIÓN DE COLORES O MATICES, LOS GRITOS NO SE PINTAN, LOS MÍOS NI SIQUIERA SE ESCUCHAN

Y ESCUCHA BIEN LO QUE TE DIGO

NO HAY MÁS CIEGO QUE EL QUE NO QUIERO VER, PERO CREO QUE HAS ESCUCHADO DEMASIADO.

DEMASIADO POCO EN DOS CIFRAS PARA EXPLICARTE MÁS DE MIL HISTORIAS QUE SANGRAN POR CICATRICES MAL CURADAS.

Quién eres tú para hablar como si yo mismo fuera

Quién te crees para creer conocer mis abismos

Quién eres tú para juzgar si te ríes de mis sentencias

Quién te crees tú para cuidar mi voz rota y postrada

Sólo quiero recordarte, en sinopsis, esta feliz tragedia

El tiempo y la soledad barajan las cartas

¿El tiempo? pasa ¿y la muerte?

Envida.

(A Diego García González, cuyo buen corazón acabará quemando sus papeles de tipo duro.)

6-X-2010

jueves, julio 29, 2010

Vuelta apocalýptica

Qué tal, camaradas, compatriotas, pequeñas almas automáticas. He decidido volver tras nada menos que 7 meses de ausencia y pocas ganas de soltar mi metralla a través de este blog. Podría fraguar un WinZip de bilis con la cantidad de gilipolleces, barrabasadas y aberraciones que se han dicho o perpetrado a lo largo de este tiempo, pero prefiero no hacerlo. Ayer, que se prohibieron las corridas de toros en Cataluña por mero deseo del pesebrerío separatista (animalistas... ya), fue la gota que colmó el vaso. Vuelvo a sacudir, vuelvo a sacudirme. Sé que es "soltar hostias al aire", pero el caso es quedarse un poco más a gusto. Aunque nadie lo lea. Aunque nadie sepa de la existencia de AA. Y si alguien lo sabe y le molesta, premio, ya me doy por satisfecho un poquito más.

Somos Almas Automáticas. Y tú... tú también, idiota.