EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

viernes, julio 08, 2016

BLUES DE KABUL VII: SHOCK TO THE SYSTEM


Al habla Kurt Schlendermann.


Para ustedes sí.

Pero para mí
el ruido de los hielos apareándose en el cóctel
no es suficiente para ocultar el ruido de cada nota
del imparable Blues de Kabul.

Cada vez que sorben de la pajita,
hundiendo los hocicos entre dos ridículas sombrillas pigmeas
se regalan los oídos
y resguardan su cara de las astillas de hueso.

La metralla es errática, caprichosa, imprevisible
pero muy territorial.
Por eso ustedes,
cuando su líquido mejunje de placer les llega al bajo vientre
 no mean sangre ni keroseno ardiendo.

O eso creen.

Pero el Blues de Kabul sigue amputando piernas
a gran escala,
a escala pentatónica,
escalonadamente,
escalofríos rojizos, polvo, mierda,
otro muerto zarandeado por la detonación y el olvido
bajo la mirada de un sol indolente y laborioso.

Sí.

El calor es más íntimo que nunca
en los picos de los buitres
que abrasan los muñones 
de los cuerpos mudos y moribundos.

Torsos aligerados de extremidades
tienen todo un horizonte mellado ante sus ojos.
Son caracoles con estela de sangre
con todo una estepa
donde poder dejar aparcadas sus vidas.

Ni una marca, ni una tumba, ni un homenaje;
se llevan el recuerdo que juraron proteger.
Porque fueron entrenadas para ello.

Y ahora, sin embargo, ustedes y yo
somos conscientes del mundo,
del disgusto de sus giros, vueltas y trepidaciones:
 toca enfrentarse al mármol,
toca vomitar,
toca asumir que cada vez estamos
más solos por dentro.

Es lo que hay,
pero aunque haya caído en combate
antes de llegar al lavabo
hoy tampoco pediré ayuda.

Corto y cierro.

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