EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

miércoles, noviembre 17, 2010

Oración por Asia Bibi. Acudid.

Embajada del Pakistán en Madrid.

Metro Pío XII.

Domingo 21 a las 13 h.

http://layijadeneurabia.com/2010/11/16/accion-oracion-frente-a-la-embajada-de-paquistan-en-madrid-por-asia-bibi/comment-page-1/#comment-61058

martes, noviembre 02, 2010

Xh

Es esa clase de chicas a cuyas ventanas cualquier mocito soñador se pasaría la noche tirando piedrecitas. No es mi arquetipo de belleza. Ni siquiera es mi tipo. De edad me queda un poquito a desmano, ¡una pena!. Tiene buen sonreír y buen cuajo y aguante para con el capullo que, entre otras cosas, esto le escribe. Y no parece forzado. Nunca la he visto enfadada.

Observa detenidamente a la gente aunque crea que nadie se da cuenta. Los profesionales de la meticulosidad sí que lo hacemos, pero sabemos perfectamente que, llegado el momento, será una de los nuestros. No hay prisa, esa clase de fallos se corrigen con el tiempo casi siempre. Sobre todo cuando, como ella, abultas poco y pasas desapercibido, a pesar de su particular estilo.

Bien es sabido que entre mis fobias irreversibles se encuentran los pañuelos palestinos. Un ansia pirómana me invade cada vez que detecto uno de esos trapos cerca. Al igual que las rastas, cuyo tacto me causa tanta grima. Pero sin ambas cosas, no sé si el mundo, pero al menos yo, sabemos que no sería lo mismo. Habría una anomalía inexplicable. Uno llega a pensar que en su propia esencia se encuentran enraizadas esas dos características que, en cualquier otra persona, me darían algo más que grima. Y es que las grandes personas desbordan desde su buen fondo, incluso el cuerpo que les contiene. Esa avalancha de buenos sentimientos llevándose por delante mis más arraigados y frondosos prejuicios. Y hace de la gente que los desencadena, mis mejores amigos.

Hablar en su justa y correcta medida, aunque sea con acento andaluz, crea en mí una extraordinaria curiosidad. Y así es su discurso. He conocido a demasiadas pedorras teenagers de incontenible e impertinente verborrea, del mismo modo que encantadoras y calladas jovencitas han acabado por entristecerme con su desconcertante silencio. Siempre se lo digo, "hay tanta gente prescindible...", y sonríe y parece asentir, por aquello de quien calla, otorga. No lo sé. No sé su opinión de tantas cosas, en realidad... Y no me importa, realmente no lo considero relevante, aunque me parezca una pequeña progre comunista. El bien ya está hecho. Escucha, no oye. Habla, no cotorrea. Soporta tranquilamente a quienes para otros sería imposible.

No me gusta hablar bien de la gente, es un regalo que a veces nadie te devuelve, creyendo que es un préstamo que algún día les he de reclamar. Y no lo pretendo. No pretendo que me correspondan. Simplemente espero, precisamente, que se den cuenta de ello, de mi interesado desinterés al respecto. Y si, como creo, ella me conoce al menos lo suficiente en estos asuntos, no habré perdido el tiempo halagándola gratuitamente.

Y hoy, concretamente hoy, no tengo más que añadir.