jueves, octubre 22, 2015
ERAS CARA Y GEMÍAS
La raposa pierde el rabo,
pero no las costumbres.
(Dicho popular)
Caminando entre pesadillas de repisa oxidada
he encontrado tus restos
aplastados contra las rocas del Infierno.
Te recuerdo.
Apareces en mi memoria a aborto plazo
como un pequeño saquete
repleto de delirios de grandeza que, cuando los pisas,
son como mierdas del tamaño de un brazo de gitano.
Inspiras mi dejadez de pensamiento,
por eso ni me preocupo, en verdad,
de seleccionar vocablos grandilocuentes
para describir tus labores vitales
tu prostitución social,
sentimental
y literaria.
¿Qué veías en quienes te rodeaban?
¿Llaves inglesas, quitapenas,
juguetes sexuales que respiran,
tal vez salvavidas, extintores en algún caso? No.
Al final sólo eran pellejo fresco
que drenabas cual vampiro de las buenas intenciones,
anestesiando el bocado con juramentos de desagüe.
Pero no se puede sacar tanto jugo al juego.
Intentar trepar a codazos,
aunque los vistieras de seda,
acabaron molestando al andamio que te regalé.
Casi llegas a lo más alto.
Pero te pudo el miedo. Y la ambición.
Codiciosos codos odiosos...
Pidió paso la tozuda caída en picado
Y mientras te precipitabas
de vuelta a tu cubil de alterne,
pretendías salvarte usando tus tripas por liana,
pero sólo conseguiste ahorcarte con ellas.
Se disparan mis índices de asco en vena,
cuanto más veo tus entrañas,
esas culebras rellenas de pésima fe.
Ahora sólo eres carne barata,
y como en víspera de matanza,
mientras caías, te oí chillar.
Aunque, ay, puerca.
Tal vez me saliste cara,
pero, para qué negarlo...
cómo gemías.
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