EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

sábado, octubre 17, 2015

AUTOESTIGMA

Es cierto. No suelo explicar las causas
de mis retrospecciones a mi más extrema niñez,
aunque haya quienes sufran sus efectos
resignadamente.

Me resisto a asumir
el daño que me provoca lo retroinalcanzable
en mis medios, modos o formas
de interactuar.

Un rostro fósil viviente, es lo que obtengo
al sumar mi negativa a traspasar las líneas
del siglo XXI y la división de mis etapas
que cubro a trompicones.

Ni un solo drama primermundista
se puede comparar a mi autoestigma,
al auto-obús que me disparo cuando meto los hocicos
en el pesebre de la infancia.

Dañé mi cuerpo al grabarme frases de Mad Max,
hay un filtro de Vocoder para todo lo que escucho,
sigo escribiendo a mano, y a mano alzada me hago ver:
contemplad mis heridas.

Contemplad a un vencido,
que no convencido
por la invasión humanoide.



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