miércoles, octubre 28, 2015
SANA Y SALVAJE
Has regresado de tus vacaciones en el vertedero,
sana y salvaje.
Ya estás aquí de nuevo,
lenta y violenta,
como un abrazo de calle en agosto húmedo.
Tan soberbia, tan dispuesta
a sembrarme los ojos de ramas rojas
y a hacer de mis manos tu instrumento
en el trance de rasgarme las vestiduras.
Aspiro esponjas, escupo aire cínico y resignado,
y ya ni te molestas en humillarme
ni en darme la razón, porque sabes que la volveré a perder.
Vuelve mi osamenta al dique seco,
a la fosa, al pegajoso día a día,
al monzón impávido sobre las sábanas,
al alto horno de la dejadez afectiva.
Y la cremación sólo aviva tu enfado
porque sabes que no puedes consumirme,
ni apagarme. Ni abandonarme.
No puedes.
Porque, Soledad, yo soy tu condena,
tú eres mi esclava, y, por cierto,
de tu hocico a mis suelas
cada vez hay menos paciencia de distancia.
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