martes, octubre 06, 2015
2315 A.D.
No hay nadie al volante,
pero no importa demasiado,
porque hace tiempo que se extinguieron los brazos.
Llevo resucitando a mi mascota
desde el pasado siglo,
porque es más barato que prolongar su vida
y que comprar un transportín interplanetario.
Mi felicidad doméstica está en su ADN,
y la de mi perro es temporal y a mi capricho.
No hay nadie al volante,
pero carece de relevancia
porque se trafica con sueños en los templos.
Hemos alcanzado la Acracia Última
remontando el río equivocado,
nuestro resultado es una cifra inmensa
multiplicada por cero.
Es anarquía comatosa,
comunismo en la perfecta desdicha.
No hay nadie al volante,
es sólo un cerebro
parasitando nuestro cráneo.
Desde hace cien años,
todos somos dueños, con el 100% de las acciones
de nuestra propia República de la Angustia Vital.
Funciona tan asquerosamente bien
que apesta a Estado Fallido.
Que alguien maldiga esta Pax Humana.
No hay nadie al volante,
pero con estas sinapsis versión Infinito Punto Cero
es imposible hacer descarrilar a la perfección.
Estas semanas de siete días festivos
y ni un solo día de fiesta
me piden a gritos que al menos ponga en duda
nuestro exceso de necesidades (en)cubiertas:
he suplicado por una gripe, un debate...
una conclusión de puertas abiertas.
No hay nadie al volante,
sé que hablo solo,
desconozco adónde me llevará esta nave alienígena.
Únicamente pido que en su civilización
los animales que alegraron mi infancia
no puedan revivir jamás.
Porque la condena a la eterna ruina de la rutina
sólo se la merece
nuestra puta especie.
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