EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

viernes, noviembre 20, 2015

VÁSTAGO

Vástago, ahora que aún estoy contigo:
no te asfixies con los límites heredados,
recuerda que la serpiente -aunque se arrastre-,
el cangrejo -aunque digan que anda hacia atrás-
y la raposa -aunque siga enamorada de sus malas costumbres-
un día deciden mudar la piel.

Abandonar no es el fruto de olvidar,
el trastero sigue existiendo,
la llave en tu bolsillo es justa y necesaria,
como obligatorio es reconocer
que sigues acariciándola de vez en cuando.

Muta si hay que cambiar,
cuando el caimán pierde un colmillo,
le brota otro más fuerte, y muerde, como siempre.

Múltate por no cambiar,
por no aceptar martillos en tu fragua.
Por perdonar a tu consagrada deformidad.
Vástago, cuando ya no esté
despide un deseo antes de irte. Adiós a medias. Hasta a veces. Hasta alguna vez. Sueña y cóbrale a la muerte una posibilidad.
Sueña, cobarde, sueña.






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