EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

miércoles, noviembre 18, 2015

IN PECTORE

Querido viejo amigo:

Un día conocerás tus daños internos
y se tornarán externos y eternos.

Cuando eso ocurra, buscarás un remedio
una cura a tu locura, 
y a tu mal pondrás bajo asedio.

Te cogerán a la argentina,
te abrazarán y te quemará el seseo,
y el deseo de gloria vespertina
no hará acreedor de orgullo tu paseo.

Que nos añejen las horas,
que no nos pudran,
aun sabiendo que podrán
las hojas calendarias redentoras
triturar en tiempo y forma nuestro plan
faltando quienes faltan... y que sufran.

La indolencia de esa casa que se queda,
que ha visto nuestro enfermo fémur fallar,
escalón que se te escapa y se hace escollo en el mar,
sólo queda una rama de lo que antes fue arboleda

Perecer parece fácil si estás harto de girar,
con geriátricas miradas y jeringas fatigadas
sobre cuerpos desollados, desolados, usados, para tirar.

Y no sé si mañana me habré ido,
pero si no estoy, no será algo que yo haya decidido,

querido viejo amigo. 



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