EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

lunes, noviembre 16, 2015

CONFESSIO

- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida.
- ¿Cómo estás hijo? ¿Cuánto hace que no te confiesas?
- Mi última confesión fue con catorce años, en 1997.
- Eso es mucho tiempo, hijo. Tendrás mucho que contar.
- Muchísimo. Pero le haré un resumen de los "highlights" si no le importa.
- ¿Jaiqué?
- Nada, padre. Modernidades. Anglicismos. Tengo el día tonto. Ya ve.
- En fin... dime, hijo.

- Pues, padre...

No me acuso de inhumano,
porque nunca he deseado la muerte de nadie.
No me acuso de traidor, 
porque siempre he blindado mi palabra.
Sólo he cometido actos puros,
porque siempre fui honesto al perpetrarlos.
No me acuso de infiel, ni de adúltero
porque nunca he roto mis pactos de carne.
No me acuso de impío, ni de profanador,
porque siempre que he blasfemado, ha sido en vacío.
Sólo he cometido el error de la inocencia,
porque nunca he desconfiado de mi imagen y semejanza.

Me acuso de amar al prójimo,
aunque le arrugue la cara y aparente despreciarlo.

- Eso está muy bien, hijo. Pero, ¿cuáles son tus pecados?

- Pues, padre...

Tal vez ultraje mi templo con vapores fariseos,
puede que no oiga misa todos los domingos, 
quizás mi pereza sea un castillo pesado y cómodo,
es posible que no muestre aprecio cuando debería, 
seguramente cargue demasiadas culpas en lomos ajenos.


Pero, ¿sabe qué?
No es asunto suyo.
Mis pecados no requieren 
de funcionarios que los tramiten. Hasta luego.

- Pero hijo...

- No se preocupe, padre. Rezaré por usted y por todos.
Y no sólo eso, obraré, 
porque nunca bastó el rezar para soñar,
y mucho menos para afrontar lo real.

No espere a Dios despierto esta noche.

Saldrá conmigo, y yo con Él,
como siempre...

aunque por desgracia,
no siempre esté satisfecho con Su compañía.

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