EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

lunes, noviembre 23, 2015

LA REBELIÓN DE LOS TORPES

La rebelión de los torpes comenzó un domingo de resaca
con todo un mañana indeseable para cualquiera.
Los líderes habían bebido los cócteles Molotov
y estallado los cascos contra la barra
el sábado precedente.

La rebelión de los torpes olía a pantalla táctil,
se vistió de 2.0 frente al "pásalo",
y las máquinas de escribir protestaron de bajo sus fundas,
movilizadas reservistas sin necesidad,
privadas de su merecida jubilación.

La rebelión de los torpes nació entre manzanas mordidas,
ropa de marca y series de televisión descargadas,
se alzó contra lo que estaba de moda alzarse, 
hibernó en verano cuando los rebeldes se exiliaron
vestidos de ocio y armados de imágenes lejanas.

La rebelión de los torpes es una biblioteca sin mancillar,
una crítica hemipléjica,
un dardo insolente al propio castillo,
un suicidio con pistola cargada de flores frívolas,
un baile pseudobélico para necios.

La rebelión de los torpes es gasolina calle abajo,
pringando las ciudades
loca por ser violada por sus enemigos,
sus fósforos
y sus principios.

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