lunes, noviembre 23, 2015
LA REBELIÓN DE LOS TORPES
La rebelión de los torpes comenzó un domingo de resaca
con todo un mañana indeseable para cualquiera.
Los líderes habían bebido los cócteles Molotov
y estallado los cascos contra la barra
el sábado precedente.
La rebelión de los torpes olía a pantalla táctil,
se vistió de 2.0 frente al "pásalo",
y las máquinas de escribir protestaron de bajo sus fundas,
movilizadas reservistas sin necesidad,
privadas de su merecida jubilación.
La rebelión de los torpes nació entre manzanas mordidas,
ropa de marca y series de televisión descargadas,
se alzó contra lo que estaba de moda alzarse,
hibernó en verano cuando los rebeldes se exiliaron
vestidos de ocio y armados de imágenes lejanas.
La rebelión de los torpes es una biblioteca sin mancillar,
una crítica hemipléjica,
un dardo insolente al propio castillo,
un suicidio con pistola cargada de flores frívolas,
un baile pseudobélico para necios.
La rebelión de los torpes es gasolina calle abajo,
pringando las ciudades
loca por ser violada por sus enemigos,
sus fósforos
y sus principios.
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