EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

jueves, junio 02, 2016

RARA AVIS




No me ha resultado inusual
verte en negro sobre blanco
entre las páginas del libro 
de visitas inesperadas.

Tampoco me ha parecido rara
tu manera de contemplar 
mi desorden organizado
con esa mirada de depravada aprobación.

Ni siquiera me ha causado extrañeza
que me pidieras vino
y un largo rosario de besos
cuando nos sentamos sobre la alfombra.

Nada infrecuente ha sido para mí 
volver a la fusta caótica,
al mordisco marginal,
a los nudos en las piernas,
al sudor paliativo
y al disco que terminó hace rato
sin darnos cuenta de que seguía sonando
en algún lugar de nuestra indiferencia.

No.

Lo sorprendente es que esta vez
tu vaso sigue íntegro,
sobre la mesa,
sin saber qué hacer,
sin saber qué decirme,
ahora que te has marchado
sin dar ni siquiera
un ritual portazo.

¿Esto es amor
o qué coño nos está pasando?

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