miércoles, junio 29, 2016
BLUES DE KABUL VI: BENDITA ALUMINOSIS
Al habla Walter Widgett.
Tercer y último aviso del despertador.
He vuelto a ponerme en pie
ayudándome de la ropa tiesa en la silla junto a la cama.
Añejas y sucias,
nunca se me rasgarán las vestiduras
de lo que tú llamas manifiesta obsolescencia
y yo
obstinada invencibilidad.
El éxtasis de la linterna
ha espantando la sombra
que hace viejo lo clásico.
Estas botas pueden pasar sin betún,
estos calcetines aguantarán el tipo.
Y esto,
esto...
Esto no es una camisa,
es una cordillera de arrugas
coronadas por manchas y polvo,
es un cuello a la funerala,
un templo de sudor,
una zona catastrófica pendiendo de una percha,
el pellejo volátil de un ahorcado incómodo
que hoy volverá a ser miseria
cubriendo escuálidas miserias pálidas.
Esta colonia sin duda
potenciará mi masculinidad.
Tambien este after shave
aunque no tenga intención de afeitar
esta carrera de hormigas.
Todo correcto...
Todo correcto, sí.
Y si no lo estuviera...
Qué no soluciona una sonrisa a tiempo
frente al cristal rancio y empañado
que gritaría de espanto si pudiera
al notar sobre sí ese festival de caries y encías palpitantes
que me empeño en restregarle entre risas y halitosis.
La campana del microondas susurra en la lejanía.
Primer y único aviso.
Dejemos calmarse el magma en la taza
mientras comprobamos los bolsillos
y me cepillo inútilmente una dentadura condenada.
Con calma.
Y, efectivamente.
Otra vez llego tarde.
Otra vez mi yo matinal en plenitud.
Otra vez vuelvo a ser
como un examen de desarrollo con mala caligrafía
a ojos de un viejo profesor
sin gafas y con presbicia:
Incorregible.
Corto y cierro.
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