¿Sigues sin encajar? ¡Maldita sea!
Tal vez ya te hayas dado cuenta de que arrepentirse o decepcionarse no sirve para quebrar las vigas de tu situación actual, sino simplemente para escoger mejor el material de la estructura de las siguientes plantas de nuestro edificio vital. Nunca es mala idea escarbar entre nuestros cimientos para saber cómo hemos llegado a ser lo que somos. Pero siempre teniendo presente que es eso, el presente, lo que prima y no el pasado que desenterramos, que sólo deberíamos emplear para entender la tarea que patalea entre nuestras manos y, a ser posible, no tratar de reproducirla estúpidamente.
Aunque a veces el ayer desconocido nos ciega, vuelve a estar de moda y sale del cajón, sonriente y dicharachero como si fuera un soplo de aire fresco en nuestras vidas. Muchas veces porque se trata de un pasado no vivido, un pasado de oídas, un pasado cronológica y temporalmente lejano. Bucólico, mitificado. Victimista. Culpando a otros de los lodos y fangos que nos cubren e inmovilizan.
Y ahora es cuando de la carcoma nacen el rencor y los dirigentes dispuestos a parasitar con la anestesia del halago y el mesianismo. Palabras sencillas, estadísticas falseadas. Generalización socialmente aceptada en universidades de tabernas y botellones. En cenas y reuniones familiares. Espantoso y previsible.
Te has frotado los ojos y, al dejar de hacerlo, te has visto rodeado por La Masa.
El ayer revisitado por los Mesías y aprobado por la Masa nos vuelve estables persona a persona y castra estúpidamente a la Masa. Eso, que piensen ellos, los Mesías, que preparen ellos el alimento para nuestros oídos.
Los Mesías de la Masa sólo buscan crear más Masa y no dudarán en seguir mintiendo y mutando. Masivamente, claro.
Pero no todo es unidad y monocromatismo arcoiriscente, no.
Mientras la Masa se expande, es cuando aparecerán los refractarios. Siempre aparecen. La Masa los llamará, simplemente, "Locos".
El Loco será quien reciba todas las miradas y ni un solo aplauso. Tampoco los pedirá de quienes realmente son indignos de chocar las palmas en su honor. Les basta con ser ideas asediadas en cada una de las que en otro tiempo fueron conciencias individuales de La Masa.
El Loco, en el mar, será poca cosa, pero será el único consciente de que no es mar. La conciencia del Loco es enorme, más grande que cualquier océano que se puedan imaginar los Mesías de La Masa.
Y el realista es peligroso. Se le tacha de Loco, se le señala con el dedo. Se le insulta.
Y los Mesías envían a los Comisarios Políticos de la Masa en busca de los Locos que no sólo no se esconden, sino que se obstinan en aflojar las filas de las escuadras de la Masa.
Entre esos Locos puede que estés tú y lo sabes. Sólo pensarlo puede ser motivo de sospecha.
Ya vienen a por ti.
Sí, ya vienen a por ti.
Ya están aquí.
Y entonces, mientras te rodean, reflexionas. ¿Eres un auténtico Loco?
Quien intenta convencer a un auténtico Loco para entrar en la masa es un fracasado.
Quien fuerza a un auténtico Loco a convertirse en masa, es un perfecto miserable.
Quien consigue doblegar a un auténtico Loco para convertirlo en masa es un fracasado y un perfecto miserable.
Pero tenemos una mala noticia para los Inquisidores. Siempre las hemos tenido, en realidad.
Y es que en algún lugar de la Masa, en algún punto de su triste planicie gris, yacen los manantiales de la Locura.
La heterodoxia germina entre los resquicios de la resignación que los Comisarios Políticos de la Masa no alcanzan a limpiar y esterilizar. Porque pueden estar en cualquier parte. Y en cualquier lado brotan.
Las ideas, las opiniones, la sangre de los Locos serán siempre escasas, pero tan necesarias como eternas. E imparables.
Porque la máquina evolucionaria sólo necesita de pequeñas piezas exactas
para seguir funcionando,
para hacer sonreír, de vez en cuando
a los rostros fósiles
incrustados en la Masa
y seguir una y otra vez,
siempre diferentes,
siempre necesarios,
siempre atentos,
generando células incombustibles
de nuevos Locos que,
probablemente, al igual que tú
aún no saben que lo somos.
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