EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

sábado, enero 30, 2016

DURA MADRE

Hubo un día en que fui polisacárido
con acidez de estómago,
triste pero invencible.

Un chasis resistente sobre las ruedas,
bien equipado, por exceso y, sobre todo,
por defecto.

Un fortín, un búnker, una atalaya de pareceres
custodiados por una dura madre
que se negó a conocerlos. 

Y sí.

Ya lo sé.

Que me dejé la boca mordiendo el semáforo,
que ceno sopas de agua vaga y algunas noches lloro,
sí,
sí,
sí,
pero sé que a cambio supe de tus finas muñecas,
de las que un día te tomaré
para sacarte a bailar...

si te dejas
y si no te quejas
de que la canción,
en algún momento
terminará,

pero seguiremos mutuamente anclados
ante el pasmo público general
y nuestra calma privada. Y tú...

Obsérvame escapar por fin, duramadre
de mi celda de castigo sin culpa,
y ya que eres parte de mí, sé feliz tú también
con mi danza.

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