10:30 a.m.
Tengo que seguir leyendo
antes de que se apropien de toda la cultura
quienes puedan permitírsela
y quienes lloraron para mamar de ella.
14:30 p.m.
He de seguir cantando
mientras pueda seguir llamando a vuestra puerta
porque pondrán precio a mis cuerdas vocales,
embargarán mi voz y mi tráquea sin amo.
18:30 p.m.
Mi obligación es seguir escribiendo,
que me estoy quedando sin espejos de confianza,
y no es plan de salir a la calle
excesivamente peinado.
22:30 p.m.
Me fuerzan a degollar el discurso,
solo, en la esquina, de cara a la pared,
y mientras sus entrañas se desparraman
entono canciones alegres.
2:30 a.m.
Mi camisa empapada y yo vamos a descansar.
Ya me aburre lo que piensen de mí mis enemigos,
lo consideraré el comienzo de la victoria definitiva.
Y encima, hoy duermo ocho horas.
Hasta mañana.
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