EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

domingo, enero 10, 2016

HOMEWORK


10:30 a.m.

Tengo que seguir leyendo
antes de que se apropien de toda la cultura
quienes puedan permitírsela
y quienes lloraron para mamar de ella.

14:30 p.m.

He de seguir cantando
mientras pueda seguir llamando a vuestra puerta
porque pondrán precio a mis cuerdas vocales,
embargarán mi voz y mi tráquea sin amo.

18:30 p.m.

Mi obligación es seguir escribiendo,
que me estoy quedando sin espejos de confianza,
y no es plan de salir a la calle 
excesivamente peinado.

22:30 p.m.

Me fuerzan a degollar el discurso,
solo, en la esquina, de cara a la pared,
y mientras sus entrañas se desparraman
entono canciones alegres.

2:30 a.m.

Mi camisa empapada y yo vamos a descansar.
Ya me aburre lo que piensen de mí mis enemigos,
lo consideraré el comienzo de la victoria definitiva.
Y encima, hoy duermo ocho horas.

Hasta mañana.


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