jueves, enero 07, 2016
RITUAL EVOLUCIONARIO II
El ser peligroso para los monstruos requiere de un esfuerzo propio y más difícil de lo que uno se imagina. Los monstruos temen igual de poco a los analfabetos y a los hemipléjicos culturales que se empecinan en hacer músculo de las únicas regiones morales e ideológicas que creen vivas, útiles y aptas. Los monstruos tienen pánico de que se ponga de moda permanente la autocrítica suave, recurrente, constante y tranquila, la revuelta íntima de cada individuo.
A los monstruos les complace el repudio sistemático de la herencia sociofamiliar que cargamos sobre nuestros lomos estúpidamente agradecidos tanto como su aceptación inmediata y sin preguntas.
Muchos monstruos parecen clamar en favor de la cultura popular y el espíritu libre mientras ensartan los cerebros más desesperados en estacas tendenciosas y astilladas con medias verdades. La única diferencia entre guiar un rebaño o una jauría reside en su arsenal de colmillos, no en la inteligencia de sus integrantes. A los monstruos les encantan las peleas entre sus animales. Por eso son monstruos.
Somos peligrosos para los monstruos si pensamos demasiado, y pensar demasiado es pensar también en aquello que no nos gusta sin causa justificada aparente.
Ellos se ríen, se burlan y nos desprecian. Levantan ejércitos de toxicómanos informativos de entre menesterosos culturales. Barra libre de drogas "formativas", pero no olvides de dónde vienes a quién te debes... y a quiénes te debes enfrentar. Sin considerar la posibilidad de que ambos podáis estar totalmente equivocados.
Tal vez te resulte interesante recordar lo siguiente:
Los ignorantes son propiedad de los monstruos.
Los fanáticos son cultivados por los monstruos.
Los ortodoxos son patrimonio de los monstruos.
Los ojos demasiado abiertos no asustan a los monstruos
si sólo contemplan lo que los monstruos quieren.
La revolución de los oprimidos no preocupa a los monstruos,
porque ellos mismos se encargarán de liderarla.
El terror de los monstruos reside,
y ahora lo sabemos,
en la evolución de los reprimidos.
Que sólo nosotros, cada uno de nosotros,
podremos encabezar.
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