EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

viernes, enero 01, 2016

PUÑO EN ALTO, BRAGAS ROJAS

¿Saben cómo son la mayoría 
de las relaciones con mis iguales?

Como un trozo de uña 
mordida y arrancada
varado
entre dos dientes
que puede esperar.

Porque aún queda material suficiente
en mi dedo pulgar izquierdo.

Clac, clac.

Esas pequeñas muestras de autocanibalismo,
cuando chocan contra paladar o encía
a veces me causan, al mascar,
o al pasar la lengua con cierta violencia
una ligera sensación mestiza,
cálida y sanguínea,
entre dolorosa y placentera.

Como apurar al máximo,
al estilo de motorista trazando curvas,
las lindes de esa picadura de mosquito
a la hora de rascar las huellas del crimen
sin dañar el cuerpo del delito.

Ris, ras.

O como tu puño en alto
y tus bragas rojas.
Como tu eléctrica necesidad de acción
y tu error absoluto de elección.

Excepto, claro está,
 en lo que a lencería se refiere.

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