EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

domingo, enero 03, 2016

III

Lo primero que pruebo al ponerme en pie
es demasiado dulce
para ser dulce.

Demasiado sencillo de obtener,
más mecánico que rutinario,
rechazable con un gesto...
y tan normal.

Nada detiene mi ansia de seguir cambiando,
cada vez más cómodo.
Sólo los golpes sobre la mesa de cada fin de mes
consiguen obligar a cuadrarse a las fantasías exageradas.

Eso y las abrasiones nocturnas, claro.

Pero insisto, es demasiado dulce
y hace demasiado que no consumo alimentos afrodisíacos.

Que me dejes.

Hoy no puedo ofrecerte ni un puñado hueco y vacío,
ni un adelanto de unos abrazos
que nunca serán billetes auténticos
por mucho que los medites al trasluz.

Y por favor, no pierdas el tiempo imaginando
que eres una bolsa mecida por el viento,
porque ya me cuesta hasta toserte.

En serio, que me dejes.
No me hagas repetir de viva voz
lo que te he enviado por partida doble;
con el ojo sano
y con el ojo con ptosis.

Bueno,
está bien.

Cambio de planes,
centrémonos en el medio plazo.

Bésame, que ahora no estoy,
y deséame suerte.

Porque mientras me ausento,
intentaré recordar
algo que me joda más que tu presencia,
y puede que entonces,
cuando empiece a temblar
esta calamidad destemplada,
me hagas falta.

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