EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

martes, marzo 22, 2016

MANIFIESTO ROMANO Y PLACENTARIO

Sé muy bien quién trajo las serpientes,
muchas hermosas, tranquilas, aparentemente honradas.

Sé muy bien que yo no traje las serpientes.
Vinieron para quedarse.
Porque su nido, decían,
era peligroso para su existencia.

Parecían felices aquí.
Así que,
a algunas las metimos en nuestras casas
en nuestras camas,
porque parecían temblar de frío.

No estuvieron cómodas,
aunque lo tuvieran todo y por nada.

Y entonces,
hubo quienes saltaron de su lecho
mientras pudieron.

Otros quedaron esclavos felices
del reptil, que de vez en cuando
hacía sonar sus lágrimas de cocodrilo.

También algunos lucharon,
o durmieron el sueño de los justos con la Injusticia al lado
para nunca más abrir unos ojos
que ya hacía demasiado tiempo
que conservaban cerrados.

No se quitaron los colmillos, 
aunque se lo pedimos,
tratando de besar sus corazones
de ubicación fría y discutible.

No podíamos actuar de otra forma
para no herir sus sentimientos.

Y cuando se notaron fuertes,
llegó su extraño agradecimiento:

Nos mordieron.
Las excusasteis.
"¡No todas nos han mordido!"
Opiné en voz alta
que las serpientes eran demasiadas.

Me mordisteis.
Y ahora nos mordéis lento, violento.
Nos muerden hasta los bípedos,
nos clavan su dentadura y nos marcan.

Pero qué le vamos a hacer,
su ponzoña
no podrá conmigo
ni con mis palabras
ni con quienes bombeamos sangre
auténticamente
invencible ante el terror.

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