EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

jueves, marzo 17, 2016

BLUES DE KABUL I: NEOLEGIÓN

Al habla Diego Skanderberg.

Continúo
flaco, muerto y,
como siempre,
al servicio del único Imperio
que no es de este mundo.

Sólo quería que ustedes supieran
que mi cuerpo es tan inerte como el suyo;
pero los átomos que me forman
son mucho, muchísimo más tercos.

Nada podrá sorprenderme tanto
como la negación tajante
del permiso que solicité
hace ochenta años
para borrarme de aquí y ahora.

Qué puede espantarme ya,
a mí,
que me he parapetado bajo torsos amputados
entre el barro y la mierda,
y lo peor,
tras abrazos embusteros.

Tantas brechas en mi cabeza,
más por dentro que por fuera
y ni un milagro de urgencia cielo abajo
que la declare
zona catastrófica.

No me gusta todo en lo que creo,
ni desde luego, y precisamente por ello,
me gusta todo lo que Dios creó.

Elige lo que exiges, Legión.
Pero desde luego, ya nunca más
me exijas que elija.

No es cosa ni mía
ni vuestra.

A la puta vista está.

Y qué más da Legión, brigada, falange o entregada horda.

Ciento cuarenta y seis años después,
y vuestros cuerpos huelen peor
en cada muda.

Corto y cierro.

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