Pocas vidas pueden calificarse de más interesantes y sexualmente psicodélicas que la del único espécimen vivo conocido de Daníbalis Terrae Dandii Liberalem. Nació este sujeto, según cuentan las malas lenguas, acurrucado bajo una chancleta rota y reparada con grapas, en una cuneta cerca de la Vuelta Ostrera, allá por el año 1946, tardando cuarenta años en darse cuenta de que estaba vivo, por lo que su inscripción en el Registro Civil no fue realizada hasta 1986. Vino al mundo aquejado de hemofilia, que como todo el mundo sabe, es un trastorno psicológico leve que causa mal gusto a la hora de vestir.
En 1883 decidió fundar una fábrica de polvos de talco, pero quebró al año siguiente por adulterar con cocaína pura la mayor parte de la producción. Años más tarde, escribiría: “fue la hostia, fundé una empresa 63 años de nacer”, a lo que sus biógrafos más críticos responderían: “pa ti la perra gorda, so manfleur”. Ya en 1805, durante la batalla de Trafalgar, pierde todos sus ahorros en el Betandwin por su exacerbado patriotismo, y en represalia, se hace proanglosajón y se compra una albarca, dedicándose al negocio del karaoke itinerante por la zona de Las Batuecas, provincia de Baviera. Cosechó muchos éxitos, gracias entre otras cosas a un Pasquali último modelo y una original empacadora de color rojo, y entró a formar parte de la Conferencia Episcopal, como voyeur del vestuario de un gimnasio exclusivo para monjas. Todo esto ocurría en 1994, mientras su gran amigo Felipe II armaba la de San Quintín Tarantino Casal, y Manolo el del Bombo se iba a echar una siesta porque estaba muy cansado. No hubo supervivientes, y si los hubo, que levanten la mano, por favor.
Ya introducido en pleno siglo XXI, le piden que salga porque obstruye la entrada. No hace caso y sigue ahí, haciendo muecas a niños menores de 3 años, siendo acusado de malversación de fondos, estulticia, esmegma y anticresis, por el famoso magistrado Boda von Mobails. El famoso abogado y escritor francés Jean Vuelto Alcurro afirmaría “yo es que o paras el coche o echo la raba”, mientras se dirigía apresuradamente a dirigir la defensa del infortunado Daníbal, que se encontraba dando un ciclo de conferencias en los calabozos de Alcalá-Meco sobre macroeconomía varicelar y no veía la hora de salir de allí, llegando al punto de escribir un libro criticándose a sí mismo e incluso acabar pegándose, jaleado por sus compañeros de celda, consigo mismo. El combate fue declarado nulo y a Daníbal le expulsaron del centro penitenciario por armar escándalo y no dejar dormir al resto de los reclusos.
Totalmente arrepentido, apuesta por iniciarse en el mundo de las telecomunicaciones y construye su primer aparato con un hilo y dos envases de yogur desnatado. Luego descubre que la calidad del sonido mejora con los envases de yogur natural, mas el espabilado y pérfido profesor de la Universidad de Timor Occidental Grájam Bell Zebub le arrebata la patente y los calzoncillos del tendal, y el pobre Daníbal se queda a verlas venir. Y vienen. Son dos señoritas que había contratado el día anterior para tener una noche de abundante sexo. Diría posteriormente: “de lo malo malo, siempre me quedará el falo”. Y aquí acabaría su obra poética.
En un arrebato de ira, nuestro hombre opta por estudiar Leyes, descartando finalmente la idea de satisfacer sexualmente a desmayadas como pensó en un principio. Y ahí sigue, alternando su vocación de estudiante con sus dotes culinarias. FIN.
2 comentarios:
Me gustaría seguir en el economato y por eso no doy mi verdadero nombre.
Me parece una obra maestra, digna de uno de los fundadores del movimiento TeleRosa.
Me ha gustado, caso'n brena.
Pssst, si pasa por el economato, tráigame una caja de pofielásticos de esos. Gracias.
Tele-Rosa au pouvoir!!!
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