EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

lunes, mayo 02, 2016

PIT STOP

Cubierto de serrín
vértebra a vértebra
por vientos de madera.

Con el empacho excesivo de las sombras
pisándole los talones en cada curva
cada vez que acaricia el asfalto
con la lija de sus ruedas.

Por un momento piensa
en dejar caer el telón tras el casco.
Y de tanto pensarlo
se lo imagina en riguroso directo.

Desgraciadamente, 
los demás no saben de su fantasía,
de su política de espejos desahuciados
y de la renuncia al control de la bestia.

Una bestia que declara 
forzosamente
su independencia del líder desidioso
y se alzará en armas
inopinadamente
ante pulsaciones
multitudinarias
y crecientes.

El muro deseado
ofrece su pecho al suicida.

Se presenta el instante 
en que las pestañas de la bestia aletean,
aburridas pero violentas
buscando las entrañas del inoportuno soñador
que encuentra y reparte 
por el asfalto caliente y en guardia.

Las vísceras se ennegrecen, 
lentamente,
por obra y gracia de lubricante, fuego y caucho.

Y aplastado perfectamente
encontrarán el corazón del piloto
entre los palos del volante.

Sus brazos los hallarán, 
nunca tan rojos y tan distantes
preguntando al graderío espantado 
por qué la física no nos concede
fantasear tan deprisa
como la adrenalina nos pide.

Que es cuando más lo necesitamos.

Y lo que queda del cuerpo
al margen de la saliva de los extintores 
sigue soñando,
permanentemente
que pudo adelantar su futuro
sin gritos ni público horrorizado
aquella tarde de desamor, deudas
y sogas complacientes...

cubierto de serrín
vértebra a vértebra
por vientos de madera.

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