lunes, mayo 02, 2016
PIT STOP
Cubierto de serrín
vértebra a vértebra
por vientos de madera.
Con el empacho excesivo de las sombras
pisándole los talones en cada curva
cada vez que acaricia el asfalto
con la lija de sus ruedas.
Por un momento piensa
en dejar caer el telón tras el casco.
Y de tanto pensarlo
se lo imagina en riguroso directo.
Desgraciadamente,
los demás no saben de su fantasía,
de su política de espejos desahuciados
y de la renuncia al control de la bestia.
Una bestia que declara
forzosamente
su independencia del líder desidioso
y se alzará en armas
inopinadamente
ante pulsaciones
multitudinarias
y crecientes.
El muro deseado
ofrece su pecho al suicida.
Se presenta el instante
en que las pestañas de la bestia aletean,
aburridas pero violentas
buscando las entrañas del inoportuno soñador
que encuentra y reparte
por el asfalto caliente y en guardia.
Las vísceras se ennegrecen,
lentamente,
por obra y gracia de lubricante, fuego y caucho.
Y aplastado perfectamente
encontrarán el corazón del piloto
entre los palos del volante.
Sus brazos los hallarán,
nunca tan rojos y tan distantes
preguntando al graderío espantado
por qué la física no nos concede
fantasear tan deprisa
como la adrenalina nos pide.
Que es cuando más lo necesitamos.
Y lo que queda del cuerpo
al margen de la saliva de los extintores
sigue soñando,
permanentemente
que pudo adelantar su futuro
sin gritos ni público horrorizado
aquella tarde de desamor, deudas
y sogas complacientes...
cubierto de serrín
vértebra a vértebra
por vientos de madera.
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