EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

miércoles, mayo 11, 2016

BLUES DE KABUL II: ANAMNESIS




Al habla Émile Hezerrec.

Aquí me tienen de nuevo,
en forma de nota perdida
en algún páramo encharcado, y no de agua.

En efecto,
aquí me hallo ante ustedes.

Sí, frente a ustedes, que son de quererse mucho
y de conocerse poco.
Pero se permiten hablar de mí
como si fuéramos amigos de toda la vida.

Ignoran que mi negativa
a empapelar las paredes del Infierno
es lo que me impedía ser como fui
y vuelvo a ser.

He de reconocer que fui feliz
bajo el miedo que me causaba
depender del valor que otros me daban.
Viví cómodo porque les mentí.

Pero la inquietud de notar 
el tope autoimpuesto que me empieza a arañar la frente
se asemeja demasiado
a un escape radiactivo de cara al público.

Sé que me he encariñado con un ser vivo
cuando, si lo imagino sufriendo grandemente
siento la necesidad de que deje de hacerlo.
Eso es suficiente para comprender
que conmigo la experiencia
es degradación.

Muchos corazones en activo dependen de mí,
y si al pasearme por esta tierra de nadie,
frondosa selva de artillería e intestinos como lianas,
dejo de mirar más allá de los bombarderos que nos cubren,
preocúpense.

Yo tengo,
ustedes tienen,
un problema conmigo:
ya no me importa que sufran.

Así que

he ido al médico
y me ha diagnosticado
"bolchevismo anímico".

Espero que haya cura disponible:
para que me dé
la extremaunción.

Corto y cierro.

No hay comentarios: