sábado, diciembre 05, 2015
FIESTA DE LA MATANZA
Todas las miradas de la Gran Vía
anuncian en forma de cartel ocular
que en próximas fechas, y como todos los años
se celebrará la Fiesta de la Matanza.
Se clavarán ganchos en las patas que sostienen
a la hemipléjica y torcida sinergia anteurálica,
y habrá cerdos que griten y ovejas que no:
no sé en qué intestinos prefiero secarme el sudor
una vez los libere del papel de regalo.
La Nación necesita que consumáis,
que os consumáis,
hasta que se consume la consunción.
Y, como una epifanía preprogramada,
uno acaba dándose cuenta de que es feliz
aquél que tiene el dinero necesario
para poder ser diferente del resto a su manera.
Depende sobre todo del metabolismo de nuestra soberbia.
Lástima que el ejercicio de avidez
nos vaya cariando, esmalte adentro
los números de la cuenta corriente.
Cuando nos sentemos a la mesa,
nos haremos cargo de nuestra vacuidad,
tranquilamente, sin aspavientos morales,
para no ajar la piel crujiente
a la que llamamos ropa de entretiempo en rebajas.
Nos engulle nuestro propio festín,
el ágape se agazapa entre las costillas,
nos parasita, nos devora,
en directo en casa del rico el día veinticinco
en diferido en la del pobre el día seis.
Y aparecen los filos y las hojas.
No hemos podido esquivar el machete,
pero a quienes gritamos
los corderos degollados nos miran
con aire viciado de reprobación.
Los muy estúpidos comprarían la sangre que les salpica
si les hiciese únicos, aun girando en la picadora.
Aullemos,
a ver si con un poco de suerte
se detiene la rotativa
por exceso de ruido.
Aullad conmigo,
porque otra temporada más
pintan bastos
y no nos sirven de nada
nuestras caras de póker.
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