Si aparte de leer este mi blog, de vez en cuando echan una ojeada a los enlaces y pulsan sobre ellos, habrán visitado alguna vez el de Terra, uno de los personazgos más citados en Almas Automáticas. Terra es un individuo que, entre otras cosas, a fuerza de leer libros liberales (asaz tostones), ha hecho de su mente en muy poco tiempo un páramo sórdido y sesgado paraíso del liberalismo decimonónico más recalcitrante. Este espíritu liberal que ha anidado en su sesera no hace tanto tiempo tiene endebles fundamentos filosóficos de tufillo altamente tóxico-masónico. En su (creo yo) cándida ignorancia, no duda en ensalzar un sistema que, desde que se estableció en nuestro país a partir de 1820, hundió España en la más putrefacta de las mierdas, una etapa de postración que, mal que les pese a muchos, no pudo ser superada hasta la llegada de un sistema político llamado franquismo, allá por los años cuarenta. Tal vez ignora que el liberalismo costó a la Europa en que se fraguó (a partir de la supuesta igualdad, libertad y fraternidad tan voceadas por la masonería) millones de muertos en una época en que demográficamente nuestro continente no estaba para ir derrochando demasiados individuos: el liberalismo francés, ese engendro cruelmente ateo, venal y prostituido, esa revolución "de abogaduchos", como diría un escritor cuyo nombre no recuerdo, asesinó en una semana a más inocentes que Luis XVI durante todo su reinado. El liberalismo francés, a través una vez más de la masonería, apadrinó al genocida liberal Napoleón (que deja a Hitler y Pol Pot en ridículo), se infiltró en España a través de incompetentes resentidos como Rafael de Riego, y se apoltronó en la vida política española hasta 1936, dando muestras de su manifiesta inutilidad y carácter pernicioso.
Mientras, en Estados Unidos, George Washington era proclamado primer presidente de Estados Unidos con el mandil masónico, Andrew Jackson ensalzaba la esclavitud y plantaba la semilla de la organización masónico-liberal del Ku-Klux-Klan, y Monroe creaba el engendro masónico liberal de la doctrina de su nombre, y establecía un ridículo Estado Libre en África de nombre Liberia.
Y un largo etcétera que obviaré por falta de espacio, y porque lo anterior intentaba ser una breve introducción a lo que seguidamente voy a tratar.
El post de Terra, mal expresado y declinado, por cierto, se titula "Ancilla Societarum". Gira en torno a este comentario que hice vía messenger:
"Individualismo asesino. El Estado, esqueleto sobre el cual se articula la sociedad, debe proteger a la misma. El individualismo, como ayer te dije, es el patrimonio de los masones, los sionistas, de los ilustrados... y de los líderes de masas frustrados.Demagogo cabrón." Didacvs dixit.
Yo digo:
Platón, el hijo de puta,
Tremenda falta de respeto hacia quien piensa diferente, así se empieza bien un post.
ha conseguido inocular en el pensamiento filosófico occidental la siguiente relación:Individualismo -- > egoísmoColectivismo -- > altruismo
Platón, San Agustín, el Cristianismo, la antigua concepción romanogermánica de la sociedad, etcétera, etcétera.
¿Y qué ha querido inocularnos el liberalismo masoncete? Ideas descojonantes (pero respetables) como la de Rousseau de que el hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad es lo que le corrompe, que todo ser humano tiene como característica común la racionalidad, y demás ensoñaciones propias de una civilización atlante.
Usando tu estilo pretencioso, YO DIGO:
Lo único que tienen en común todos los seres humanos es su componente de animalidad. La sociedad se encarga precisamente de atenuarlo progresivamente, de estabilizar emocionalmente al individuo, de hacerlo precisamente menos animal. Siempre me he reído de esa canción de Roberto Carlos en que dice "yo quisiera ser civilizado como los animales". Hoy, viendo comer a mi querido Mateo, pensé "¿y qué pasa si le quito de la boca lo que está comiendo, y pongo como cara de hambre, en plan "lo necesito yo más que tú"?", pues, sencillamente, que me arrancará un dedo del mordisco que me dé, aunque no tenga hambre, porque su instinto animal de supervivencia le impide sentir la más mínima piedad. Siempre he pensado que, si en manos de cualquier clase de animal estuviera, exterminarían sin piedad al resto de las especies, para después proceder a intentar hacerse con el poder dentro de su misma raza.
Cuando el hombre se compromete a fundar un Estado (pongamos que nos creemos lo del contrato social), lo hace para satisfacer de la manera más segura su instinto de supervivencia, y aun para ir extinguiéndolo: nos protegemos, nos aseguramos igualdad desde el inicio, aplacamos nuestras necesidades sin necesidad de jodernos unos a otros. Pues no, el liberal, además de desarrollar brutalmente ese sentimiento de "si hace falta, mueren todos, pero yo quiero vivir cojonudamente", quiere usar el Estado para eliminar con más eficacia a quien se opone a esa necesidad, a esa obsesión por medrar aun a costa de tus iguales. Pero... Sigamos leyendo.
El individualismo no propone el egoísmo, lo que hace es creer en la libre capacidad de los individuos para organizarse, lo que se llama equilibrio espontáneo, que se refleja, por ejemplo, en la consuetudo, que sé que tu admiras, como historicista que eres.
El equilibrio espontáneo, la ley del más fuerte, el jódete si desapareces pero yo vivo aunque lo merezca menos que tú pero he heredado todo de popó. Todo muy humano y nada animal, por supuesto. EQUILIBRIO ESPONTÁNEO DENTRO DE UNA SUPUESTA RACIONALIDAD HUMANA PROPUGNADA POR EL LIBERALISMO. CÁGUENSE.
El Estado no puede ser el esqueleto de la sociedad, en tal caso puede ser un complemento, por ejemplo, el abrigo. El esqueleto es parte esencial mientras que el abrigo es un complemento. La diferencia es que yo quiero un chaleco, uno pequeño, que me proteja un poco del frió y tu prefieres un plumífero voluminoso, que te da calorcito pero que te impide la libertad de movimientos.
Puf... Un abrigo, sí. Decir que el Estado es un mero accesorio o complemento de una sociedad es como decir que la concha del cangrejo ermitaño es perfectamente prescindible, que las plumas de un pavo real no sirven sino para hacer bonito. Debe de ser precioso ver a una masa informe de carne con un abriguillo bien majo, tan segura de que no va a morir de frío pero que observa cómo los riñones intentan meterse bien debajo del gabán, el corazón se ahostia con el bazo y los pulmones luchan por introducir aire en su interior. Pero no importa, se coordinarán espontáneamente, no se preocupen, espontánea y/pero racionalmente, ojo, créanselo, que para un liberal esto no es una contradicción de ningún tipo.
En una sociedad anarco-capitalista, yo podría asociarme a la “Sociedad Chalequil Barrediana” y tu a la “Sociedad Plumífero Protector Ciecense”, pero como no estamos en esa clase de sociedad, creo que deberíamos quedarnos todos en la sociedad chalequil y tu y todos los plumiferistas, que estáis en vuestro derecho, deberíais comprar un plumífero, pero no me pidáis que yo me enfunde en él.
Yo no quiero un plumífero, yo quiero un Estado-esqueleto, que me garantice que en este antártico mundo, si tengo frío, gracias a mis huesos, todo mi cuerpo, sin dejarme un solo órgano, pueda salir corriendo hacia tierras más cálidas, o a buscar un buen chaquetón si me hace falta. Y tú te puedes quedar tirado en el suelo, cual masa informe, bien abrigadita, a ver cuánto duras, sobre todo si llega la "ventisca" XD.
Recuerda la frase de Apátrida: "lees un libro y te crees que lo sabes todo, lees cien y te das cuenta de que no tienes ni puta idea". A ver cuándo llegas a cien, a ser posible que sean variados.
3 comentarios:
Si algo me gusta de tu blog es el ataque personal.
¿Ataque personal?
Ya que hablais de plumiferos y chaquetas os recomiendo que os leais un relato corto de Gogol, titulado "el abrigo".
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