EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

lunes, diciembre 19, 2005

Sin gafas

Hace apenas un par de horas que el amigo Toca y yo hemos venido de tirarnos unas fotucas para la orla universitaria. Guapos no vamos a salir ni él ni yo, porque no lo somos, para qué engañarnos. Ahora bien, hemos intentado salir lo menos feos posibles. Ayer, mi madre me arregló las greñas (menos mal, parecía el Vaquilla), me afeité (adiós a mi querida y mítica chiva, al menos por un tiempo), y hasta me peiné y todo. Creo que no saldré ni tan mal.
Por su parte, el inefable Toca se arregló un poco el pelo y también se afeitó convenientemente. Hasta aquí todo bien. Pero, ¡oh sorpresa! Por orden materna se vio obligado a salir en la orla ¡SIN GAFAS! La verdad es que cuando me lo dijo, ello me causó un tremendo shock. Y es que pensar en Toca es pensar en sus gafas. Sus míticas, abultadas y vetustas gafas son su seña de identidad. Toca sin gafas me resulta ajeno, extraño (bueno, extraño ya es, digamos que me resulta "más" extraño), sin ese carisma, ese "glamour"(...) que le caracteriza. No es como yo, que uso gafas pero únicamente para leer o estar frente al ordenador (y eso cuando me acuerdo), Toca a veces pienso que incluso DUERME y SE DUCHA con sus sempiternas gafas. Y creo que son unas antiguas, anteriores a otras que tuvo pero que destrozó. El cómo las destrozó merece, como mínimo, un párrafo aparte, y eso es lo que le voy a dedicar ahora mismo.
Todo esto pasó a inicios del año 2002. Ese día concreto se había convocado una huelga por parte de esos progrezuelos chupasubvenciones del Sindicato de Estudiantes, pero nosotros, tan amantes del escándalo como somos (y eso a pesar de que entonces Toca, aunque ya amante de la provocación, aún era bastante pimentón), decidimos acudir a clase. O, al menos, así lo acordamos el día antes. Aunque no fuéramos nadie más que nosotros (que no fue el caso). Y misteriosamente, no apareció. Andaba yo mosca por esa razón, así que le envié un mensaje al móvil. Respondióme con un mensaje que parecía escrito a trompicones, en el que me decía que esa tarde mirase mi dirección de correo. Y lo hice. Allí me explicaba que, bajando en bici como todos los días a la parada de autobús (Toca vive en un pueblecillo -que llamamos Smallville por todo lo que allí pasa, ya escribiré un post al respecto, ¡no tiene desperdicio!- bastante alejado del apartaeru), a causa de los restos del ramaje que se había desbrozado de los bordes de la carretera, se había zumbado una épica hostia que le jodió la bicicleta, le raspó completamente las palmas de las manos, le despellejó media cara, le rompió (atención) la uretra, y redujo a cristalcillos y alambres retorcidos sus míticas gafas. "Pa velu". Era evidente que no estaba en condiciones de asistir ese día a clase, claro. Y se quedó sin gafas.
Pero no sólo en la orla ha querido Toca salir sin gafas. En la foto del DNI tampoco, ni tampoco en la del currículum, ni tampoco en las de las fichas que tenemos que dar al profesor de cada asignatura. Que le pregunten a nuestro ínclito profesor de Derecho Administrativo, que era incapaz de reconocerle a pesar de contar en su lista ¡con dos fotos suyas, una al lado de la otra, y en ambas sin gafas y con no más de 16 años! Esto dio origen a uno de los muchos motes con el que adornamos a Toca: "Dos Caras".
Pues eso, Toca, que sin gafas pierdes todo tu misticismo, tu glamour, tu seña de identidad, tu gracejo, tu prestancia, tu elegancia en general. En la orla eso se va a notar, créeme.ç
Si me he equivocado en algún dato o quieres simplemente insultarme por cabrón, puedes dejar algún comentario. Si no, ya sabes, emplea nuestra clásica frase de despedida en el messenger desde hace ya casi cinco años: QUE TE DEN.

1 comentario:

Daniel Aníbal dijo...

Toca sin gafas es como Barrio sin golpear a Benito para reclamar su atención.