EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

miércoles, diciembre 21, 2005

Einsamkeit (Soledad)

Hace algún tiempo, en uno de esos días tan clásicos en mí en los que lo negro tan bien casa con lo pesimista, en que lo gris es lo más alegre en mis pensamientos, decidí hacer una lista de todo aquello tan despreciable que no desearía que sufriese ni mi peor enemigo. En la vertiente más física, deseé no desear que ni el más acérrimo de mis enemigos hubiera de verse obligado a llevar siquiera durante una semana el corsé que hube de llevar yo mismo (desde el cuello hasta el coxis y a lo largo de toda mi espalda) durante casi dos años. En materia digamos menos tangible, más psicológica, más espiritual, hice una pequeña lista de aquellas cosas que no quería desear a mi más profunda némesis, tal que así: en tercer lugar, el odiar, en segundo, el ser odiado, y, en primer lugar, la soledad. Las tres las he sufrido, y he dedecir que las aborrezco por ese mismo orden, seguramente porque es la soledad la que, por ser la más recurrente en mi vida, más perjuicio y asco me ha causado y sigue causando aún hoy.
En mi opinión, existen varios tipos de soledad. Soledad respecto de una familia (por suerte ésta jamás la he sufrido), soledad respecto de la amistad (alguna vez la he sufrido, y espero que nunca más me ocurra), y soledad digamos "sentimental". Ésta la conozco muy bien, muy bien, creedme. Sé lo que es estar mucho tiempo sin, podríamos decir, "amar" a una joven, chica o mujer, y sin ser amado por ninguna. Sé lo que esto ha implicado: un retraimiento, una cerrazón en mí mismo, la creación de una coraza, un exoesqueleto que me protegiese de cualquier posible lanzazo externo en materia sentimental, puesto que la mayoría, lo que han hecho no es sino, cual mejillón, encerrarme más y más dentro de mi caparazón.
Esos fracasos, esos reveses, me han llevado, no sé si voluntaria o involuntariamente, a forjarme auténticas caretas, verdaderos "alter ego", para enfrentarme al perro mundo que me rodea, y estas otras personalidades han ido diversificándose y especializándose progresivamente a lo largo del tiempo. Su poder es tal que se puede comprobar a lo largo y ancho de este blog: aunque el fondo común es siempre evidente e idéntico, habréis podido comprobar (los pocos que me leéis) que bajo la rúbrica de DIDACVS SKANDERBERG se pueden hallar hasta tres personalidades distintas, a veces mezcladas, pero siempre bien diferenciables: el que hoy aquí esto escribe soy yo, esto es, Diego, el estúpido idealista soñador sumergido en la poza del más absoluto de los pesimismos desde hace años, el en teoría verdadero dueño del cuerpo y alma de mi persona. El frecuentemente pedante filojoseantoniano, con sempiterna mala hostia mal vestida de ironía, es, cómo no, el gran Didacus, jefe de la defensa acorazada del fuero interno de mi persona, esto es, Diego. Él es generalmente el encargado del "cara al público", de defender al resto de la persona del mundo exterior. Finalmente, encontramos al mítico Zieza, el juerguista, el despreocupado, el que se encarga de hacer olvidar de vez en cuando las miserias de los otros dos personajes. Y lo hace con menos frecuencia de lo que yo quisiera, todo sea dicho.
Y todo por culpa de la soledad. Cierto es que cuando siento algo por alguien, comienzo a abrir tímidamente los portones vigilados por Didacus, pero hay muchas veces que pienso, una vez abiertos, si habré metido al enemigo en mi propia fortaleza. Pero tal vez sea mejor una batalla a tiempo a modo de "liberación" que una eterna e improductiva defensa frente a lo que, quién sabe, puede ser lo que me permita alcanzar por fin la paz interior que se me niega una y otra vez.
Es evidente, pues, que sé más que bien lo que es la soledad. Y no se la recomiendo a nadie. Para aquellos que han tenido la suerte de no conocerla nunca pero desean saber en qué consiste, espero que la visita a su guarida sea lo más rápida y menos profunda posible. Puede que, como alguien me dijo ayer, a la entrada te seduzca su cartelito de "paz". Pero a quien lea esto le recomiendo que no se deje engañar. La soledad mata poco a poco. Y duele.
Mientras, yo, vuelvo a mi parcelita de soledad, que se estaba seguramente resintiendo de mi ausencia. De todas formas, como si un médico fumador fuera, os diré eso de "haced lo que yo os digo, no lo que yo hago", queridas Almas Automáticas. Porque gracias a lo que yo hago, así me va.
Feliz Navidad y toda esa mierda en paquete.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dida, no permitas que las cornadas de la vida (y sobre todo de las vaquillas) consigan que te retires de las capeas.
Te recomiendo que en lugar de encerrarte en un caparazón tomes la mucho menos saludable emocionalmente vía de volverte un insensible.
Yo tampoco es que sea un total insensible pero suelo intentarlo.
Valete,

Anónimo dijo...

No creo que Zieza sea distinto de Didacvs, o de Diego. Estoy convencido de que eres una buena aleación de los tres, y por ello no debes ocultarte bajo distintas máscaras, ni envolverte de cínismo. Eres muy buen tio, aunque en ocasiones tú mismo lo pongas en duda y ya sabes que tus amigos siempre estaremos aquí para recordartelo. Creo que es el momento idoneo de escribirte una frase que guardo en el movil desde hace tiempo y no me atrevo a borrarla:

"Ahora sé lo que tengo que hacer: seguir respirando. Porque mañana amanecerá de nuevo, y quién sabe qué traerá la marea".