A eso de la tarduca, después de una güena siesta al asubiu de algún bardal, se hacía algo de baile a la pandereta, o lo que se apañara, ya saben ... algo de mozeu, que si güelta pa'riba, que si pa'bajo ... Se comían roscos, comprábanse perdones ... cosa de pocu.
A la anochecía, cuando cambia el viento a la vera de los ríos, comenzaba la runflaúra del milagru. Algunos frailes en misión daban entonces avisu de los peligros de la carne y del paganismu, algunas beatonas replicaban al responsoriu. Pero ná: allá en un coterucu, la imagen de San Che, de ojones y manonas muy grandes, con la risión en las barbonas, bien sentau.
Pa'llá tresponen un par de güenos mozos que volvían a rellenar aquellas andas. Diz la gente que si la madre de la cuba tien no sé qué yerbatos, pero el odrón aquel daba en rebosase y se armaba una más gorda que la de Garabandal: Entre lo escuru de la noche apaecían unas luces blancas, hispías, brillantes como el prau que echó de pocu acá. Al tiempo apaecen, como salidos de torca o de algún portal del mismo infiernu, unos bichos que daban en hacer extraños cánticos y algo de música que aventaba el entendimientu. El fuelle aquel de cara retorcía que, al despiste, güenu era pa mordete algún brazo, pierna o el mismísimu piscuezu. ¡Cómo bierraba, el mu indinu! Bién se paecía al arte de sonar de una gaita, o así. Y aquellas otras alimañonas en forma de guitarrucos y bandurrias que ladraban y daban miagatos al son del baile o al contínuo del cantar, y la requetemachacaúra de aquel tribiloriu en forma de atambor que con los sus mismos brazos se aviaba los golpes solu, ¡y cómo atronaba!, que daba unu en reventar, y t'ol mundu quedaba espelotau, y las fuentes daban vinu, y las piedras torreznu fritu, y los escajos eran sabrosos y tiernos. Un enormísismo monón salía a bailar, un, dos, un dos tres ¡va!, y San Che bebía oruju, y dábanle las mozas borona preñá, y estaba contentu, y era güenu ..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario