EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

jueves, agosto 11, 2016

APOCALIPSIS COMPARADO

Esto es un mensaje desde el Planeta Hantuste,
más próximo al suyo de lo que se imaginan.

Escuchen, tenemos problemas.

Los dioses ya no son tan imprudentes
como para acudir a una llamada fortuita
efectuada desde una cabina sin la correspondiente licencia.

Las águilas ya no liban las ortigas,
no cabalga la tenia junto al tábano
en busca de aventuras de parásito desenlace.

Cualquier alimento protesta
cuando toma conciencia de su destrucción
al ser masticado sin demasiado afán.

Los intestinos se rozan,
desconfiando el uno del otro,
insultándose a escondidas por su mutua ineptitud.

Las guitarras se declaran en delay indefinido,
se encasquillan las pistolas frente a sus amos,
las llaves toman los hábitos, quedamos cerrados por dentro.

Cada tecla es un ladrillo más
en el castillo de los complejos de culpa.
Agonizan nuestros tejados y nos sentimos orgullosos.

Nuestros cuellos,
nuestros cuellos,
nuestros cuellos yacerán malditos
rotos de tranquilidad al contemplar el ocaso.

Pero esto no es una llamada de auxilio. No.

No nos ayuden. Huyan. Huyan de sí mismos.

Cuanto más lejos mejor.

P.D. Corten el cable rojo.



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