domingo, febrero 13, 2011
Mi vida por BASF
BASF es (o era) una conocida marca de cintas, ya fueran de vídeo o de musicassette. En los incipientes tecnológicamente hablando años ochenta, donde el CD era un lujo, y, desde luego, tener reproductor de ese tipo en el coche era en nuestra ibérica patria algo prácticamente impensable, las "cintas" se convertían en nuestras herramientas perfectas para poder disfrutar de nuestros vinilos y CD mientras nos marcábamos uno de esos viajes interregionales por aquellas carreteras con más cráteres que la cara del presentador de La Noria.
Mi padre solía llevarnos a toda la familia, los domingos, de comida a algún pueblo de las provincias que lindan con Cantabria, fundamentalmente, Burgos o Palencia. Viajando en su adorado Renault 9 blanco conocí desde Frómista al pueblo más recóndito de las tierras del Cid. A veces me lo pasaba bien, otras no, la mayor parte de los viajes me zurré con mi hermana... lo usual.
Fundamentalmente, el estar de un humor o de otro podía depender en gran medida de la cassette que mi padre hubiera decidido hacer sonar en el reproductor. Yo, desde mis asientos traseros, jugaba a adivinar el artista o artistas que iban a sonar, sobre todo porque todas las BASF de 60 minutos de duración eran, o fueron durante un tiempo, impepinablemente rojas (las de 90, creo recordar que eran amarillas y negras). Mi padre se recreaba (y se recrea, a día de hoy) escuchando Mike Oldfield, Neil Diamond, Dire Straits y Kenny Rogers, básicamente. También era y es de su agrado Franco Battiato, un cantautor italiano al que, como a tantas otras cosas (al Real Madrid especialmente) ha conseguido aficionarme a mí mismo. Recuerdo especialmente haber viajado muchos fines de semana escuchando el recopilatorio de Queen que sacaron al poco de morir Freddie Mercury, allá por 1991-92. Concretamente, hago memoria y me veo viajando (ya en el Audi 80 que compraron mis padres por esa época) a Covarrubias (Burgos) escuchando esa grandísima canción que es "A kind of Magic". Recuerdo también que en un bar de ese pueblo jugué por primera vez al Street Fighter II, me pedí a Blanka y vencí a Zangief pero no a Chun-Li. Vaya memoria tan estúpidamente selectiva que tengo.
Pero, sobre todo, me acuerdo con especial cariño de aquellos recopilatorios musicales que se prodigaron por los 80 y 90, con los grandes éxitos del año o de los últimos años. El "Max-Mix", el "Boom", etcétera. Decenas, cientos de canciones, muchas en inglés, se iban incrustando en mi jovencísimo cerebro, sin tener aún idea de lo que significaba lo que decían. Recuerdo a las mil maravillas escuchar temazos como "Jump" de van Halen, "Enola Gay" de OMD, "Blue Monday" de New Order, montado en un coche blanco con un motor que sonaba a mariquita.
Pero pasó el tiempo, y, aunque seguía recordando con cariño esas canciones, era incapaz de localizar entre aquellas cassettes que mi padre sigue guardando en varios cajones (habrá unas ciento cincuenta) las canciones que me gustaban. Además, el walkman, allá por 1998, empezaba a estar algo más que pasado de moda. Esto último nunca me importó, quien me conoce ya sabe que eso de las modas, trends y tendencias a mí me la trae al pairo, pero muchas melodías en mi cabeza pedían ser refrescadas una y otra vez, sin que pudiera hacer mucho más. Pero, inconscientemente, de nuevo mi padre vino a alegrarme la vida: instaló en casa casi a la vez, allá por el 2000, Canal Satélite e internet. A día de hoy ni siquiera yo soy consciente de la importancia de esto.
MTV. Siempre me pareció un canal bastante cutre y lamentable. Aunque un canal dependiente de esa cadena, especialmente a partir de las 17,30 - 18,00 solía pasar un programa denominado "So 80's", donde, prácticamente extasiado, me reencontré con mis canciones de infancia, y ahora, con videoclip incluido. Reviví mis primeros miedos cuando con apenas cinco o seis años vi el videoclip "Lullaby" de The Cure, volví a disfrutar con los estribillos de Bananarama, de los Fine Young Cannibals, de los Communards, de Depeche Mode, de Billy Idol, de Tino Casal. Y de tantos más.
Y después estaba el famoso internet, que me permitió no sólo poder hacerme con las canciones por mi tan deseadas en un formato tan novedoso como era el .mp3, sino que además me proporcionó información acerca de aquellas voces y ritmos que hasta entonces para mí habían sido de procedencia casi extraterrestre: de sus trabajos, de sus otras canciones, de su vida posterior y actual... era increíble, y lo sigue siendo, puesto que muchas canciones que creía olvidadas, ya sea en el metro o en una discoteca retro (rima y todo... creo que lo guardaré como material), vuelven a recordarme que siguen ahí, en mi cabeza, desde hace más de veinte años, deseando ser revividas.
Deseando recordarme que, sin ellas, sin esos recuerdos, no es que no sería como soy, sino que no sería lo que soy. Sería mucho menos.
Y a quien corresponda, fundamentalmente a mi padre, se lo agradezco, y siempre lo haré.
Mi padre solía llevarnos a toda la familia, los domingos, de comida a algún pueblo de las provincias que lindan con Cantabria, fundamentalmente, Burgos o Palencia. Viajando en su adorado Renault 9 blanco conocí desde Frómista al pueblo más recóndito de las tierras del Cid. A veces me lo pasaba bien, otras no, la mayor parte de los viajes me zurré con mi hermana... lo usual.
Fundamentalmente, el estar de un humor o de otro podía depender en gran medida de la cassette que mi padre hubiera decidido hacer sonar en el reproductor. Yo, desde mis asientos traseros, jugaba a adivinar el artista o artistas que iban a sonar, sobre todo porque todas las BASF de 60 minutos de duración eran, o fueron durante un tiempo, impepinablemente rojas (las de 90, creo recordar que eran amarillas y negras). Mi padre se recreaba (y se recrea, a día de hoy) escuchando Mike Oldfield, Neil Diamond, Dire Straits y Kenny Rogers, básicamente. También era y es de su agrado Franco Battiato, un cantautor italiano al que, como a tantas otras cosas (al Real Madrid especialmente) ha conseguido aficionarme a mí mismo. Recuerdo especialmente haber viajado muchos fines de semana escuchando el recopilatorio de Queen que sacaron al poco de morir Freddie Mercury, allá por 1991-92. Concretamente, hago memoria y me veo viajando (ya en el Audi 80 que compraron mis padres por esa época) a Covarrubias (Burgos) escuchando esa grandísima canción que es "A kind of Magic". Recuerdo también que en un bar de ese pueblo jugué por primera vez al Street Fighter II, me pedí a Blanka y vencí a Zangief pero no a Chun-Li. Vaya memoria tan estúpidamente selectiva que tengo.
Pero, sobre todo, me acuerdo con especial cariño de aquellos recopilatorios musicales que se prodigaron por los 80 y 90, con los grandes éxitos del año o de los últimos años. El "Max-Mix", el "Boom", etcétera. Decenas, cientos de canciones, muchas en inglés, se iban incrustando en mi jovencísimo cerebro, sin tener aún idea de lo que significaba lo que decían. Recuerdo a las mil maravillas escuchar temazos como "Jump" de van Halen, "Enola Gay" de OMD, "Blue Monday" de New Order, montado en un coche blanco con un motor que sonaba a mariquita.
Pero pasó el tiempo, y, aunque seguía recordando con cariño esas canciones, era incapaz de localizar entre aquellas cassettes que mi padre sigue guardando en varios cajones (habrá unas ciento cincuenta) las canciones que me gustaban. Además, el walkman, allá por 1998, empezaba a estar algo más que pasado de moda. Esto último nunca me importó, quien me conoce ya sabe que eso de las modas, trends y tendencias a mí me la trae al pairo, pero muchas melodías en mi cabeza pedían ser refrescadas una y otra vez, sin que pudiera hacer mucho más. Pero, inconscientemente, de nuevo mi padre vino a alegrarme la vida: instaló en casa casi a la vez, allá por el 2000, Canal Satélite e internet. A día de hoy ni siquiera yo soy consciente de la importancia de esto.
MTV. Siempre me pareció un canal bastante cutre y lamentable. Aunque un canal dependiente de esa cadena, especialmente a partir de las 17,30 - 18,00 solía pasar un programa denominado "So 80's", donde, prácticamente extasiado, me reencontré con mis canciones de infancia, y ahora, con videoclip incluido. Reviví mis primeros miedos cuando con apenas cinco o seis años vi el videoclip "Lullaby" de The Cure, volví a disfrutar con los estribillos de Bananarama, de los Fine Young Cannibals, de los Communards, de Depeche Mode, de Billy Idol, de Tino Casal. Y de tantos más.
Y después estaba el famoso internet, que me permitió no sólo poder hacerme con las canciones por mi tan deseadas en un formato tan novedoso como era el .mp3, sino que además me proporcionó información acerca de aquellas voces y ritmos que hasta entonces para mí habían sido de procedencia casi extraterrestre: de sus trabajos, de sus otras canciones, de su vida posterior y actual... era increíble, y lo sigue siendo, puesto que muchas canciones que creía olvidadas, ya sea en el metro o en una discoteca retro (rima y todo... creo que lo guardaré como material), vuelven a recordarme que siguen ahí, en mi cabeza, desde hace más de veinte años, deseando ser revividas.
Deseando recordarme que, sin ellas, sin esos recuerdos, no es que no sería como soy, sino que no sería lo que soy. Sería mucho menos.
Y a quien corresponda, fundamentalmente a mi padre, se lo agradezco, y siempre lo haré.
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