EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

viernes, marzo 09, 2007

Circular

...al poco suena el despertador de mi móvil y me da por abrir el ojo. Son las diez y media de la mañana, me voy estirando con cuidado para no sufrir un tironazo en el cuello como el del día anterior. Giro y doy la espalda a la mesita donde está el móvil acompañado de mi reloj de pulsera. Oigo cómo voltean la llave en el cerrojo y abren la puerta de mi cuarto, o al menos lo intentan. Últimamente lo consiguen y me encuentran tirado en calzones sobre la cama intentando desperezarme, y si a ello añadimos mis desordenadas greñas, la escena destila patetismo. Pido a la de la limpieza que espere cinco minutos, para poder adecentarme un poco (dentro de lo que cabe). La verdad es que cada día viene a una hora distinta, y no acierto a que me encuentre vestido y listo para abandonar la habitación mientras me redistribuye polvo y pelos por el piso de mi cuarto. Me peino mi electrizada cabellera, froto furiosamente mis sobacos con agua y gel, me seco, me pongo la camiseta, termino de vestirme, salgo con el portátil bajo el brazo y me dirijo a la otra punta de la residencia, donde se encuentra la ultramoderna sala de ordenadores. En el portal de entrada, otras de la limpieza están fregando frenéticamente el suelo. Procuro ir por la orilla. Llego a la sala en cuestión. Está cerrada. Salgo y vuelvo a pisar todo lo fregado sin ningún tipo de remordimiento. Subo de nuevo a la zona de habitaciones, pero a la cuarta planta a dar la paliza a un colega. Enciendo mi primer pito del día mientras criticamos al Gobierno y miramos por la ventana a ver si pasa algún trasero con moza delante. Pasan. Vuelan dos ó tres yogures por la ventana, estallando ruidosamente contra el suelo del patio interior de la residencia, acompañados de una lluvia de colillas de cigarrillo barato. Bajo media hora a la por fin abierta sala de ordenadores mientras el colega se ducha. Vamos al comedor a tragar los alimentos que nos proporcionan, rezando para que hoy no nos pongan macarrancios como ocurrió ayer y anteayer. Como cuanto puedo, el agua me sabe a cloro, pero no tanto como al principio. Eructo. La fruta está pocha de cojones. Salimos y vamos a tomar algo a la cafetería universitaria, tomada por las Fuerzas de Seguridad del Estado. Me pido una manzanilla para que la "escipiona" comida previa no me dañe las paredes estomacales. Segundo pitillo del día. Subo a mi habitación tras despedirme del colega. Las dos y cuarto de la tarde. Doy el último repaso a los tres temas que hoy tendré que cantar al preparador. No me los sé mal del todo, pero el derecho positivo, esto es, los artículos y leyes, los llevo con pinzas. Me quedo dormido sobre la cama poco antes de empezar a revisar el tercer tema. Abro el ojo. Las cuatro y media. Me cago en cualquier cosa, sea in commercio o extra commercium: tengo que estar en casa del prepa a las cinco y tardo casi una hora en llegar a Usera. Me lavo los dientes a marchas forzadas, me repeino, cojo el mp4, la cartera, la mochila, el móvil y el paquete de cigarrillos, salgo escopetado. Vuelvo entre juramentos a recoger el billete de metro que he olvidado sobre la mesa de estudio. Meto el turbo hasta la boca de metro. Cojonudo, las escaleras mecánicas siguen averiadas. El metro tarda casi seis minutos en llegar y está lleno a reventar, no sólo de personas, sino de sudor y microbios. Dos paradas más: Avenida de América. Hago transbordo, salgo como puedo, esquivando axilas con glándulas sudoríparas funcionando a pleno rendimiento. ¡Bien! Aquí también andan jodidas las escaleras mecánicas. Línea 6 frente a mí: la Circular. Llega con diez minutos de retraso. Vagones vetustos y oxidados cargados hasta los topes. Encuentro sitio de chiripa, me siento, escucho música de los ochenta mientras me machaco el Código Civil o el Penal. Parada en Manuel Becerra. Se montan dos senegaleses con tamboras o dos rumanos con acordeón. Mi mp4 se revela como inútil y tengo que escuchar los impenitentes aporreos de los sonrientes e improvisados músicos. Arganzuela-Planetario, estoy a falta de dos paradas, ¡ánimo! El tren no arranca, queda parado durante diez minutos por avería en el tren que le antecede, de puta madre. Finalmente, la gloriosa línea circular vuelve a la vida y llego a Usera. Salgo. Me siento Tachenko al verme rodeado de diminutos chinos y sudamericanos. Andando, andando, con el reloj marcando más de las cinco y media, llego a casa del preparador. Subo al sexto. Saludo, doy la lección con cierta suficiencia salvo los artículos, me hace las recomendaciones pertinentes. Las seis. De vuelta en la boca de metro de Usera fumando mi tercer pitillo. Una vez en el tren, la Línea 6 no me decepciona y vuelve a quedarse parada quince minutos. No hay cantamañanas esta vez. ¡Avenida de América! Transbordo. En el puesto de la ONCE, el señorín pregona a los cuatro vientos que los cupones que cuelgan de su pecho son los cuatro últimos de hoy. Avenida de América, Cruz del Rayo, Concha Espina. De vuelta a la residencia. Entro, saludo a los compañeros que entran y salen. Subo a mi habitación, dejo la mochila, el mp4, la cartera, el paquete de cigarrillos, y llamo por teléfono a mis padres, a ver qué tal el día. Me echo un rato la siesta hasta las nueve y cuarto, hora en que me llaman unos colegas para ir a cenar. Independientemente de los manjares de dudosa calidad que nos pongan, de postre nos están esperando los PMI de sabores: limón, macedonia, plátano, coco. Cojo aquéllos que la gente de mi mesa desecha y me dirijo de vuelta a mi habitación. Cuarto cigarrito del día. Ducha larga y demasiado relajante como para ponerme a estudiar ahora mismo. Escucho un poco de música, abro el armario, me hago un bocata de nocilla y me como cinco minibabybeles, regado todo ello con medio litro de horchata calentorra. Las doce de la noche, hora de ponerse a estudiar. Primer tema de la jornada. Taco de Post-its arrasado para ir resumiéndolos. Las tres y media de la madrugada, creo que se me ha borrado la raya del culo. Parada para comer otros tres babybeles, la manzana verdusca que me dieron de postre a la hora de comer, y echar mi quinto y último cigarrito del día. Cuatro y cuarto, segundo tema. Mi nalgatorio es una masa informe e indiferenciada gluteísticamente hablando. Se me clavan interiormente los huesos del culo, y aún no son las siete de la mañana, aguanta un poco más. Las siete por fin. Enciendo la radio del mp4, escucho algo de música u oigo a algún tertuliano echar pestes del Gobierno. Me aburro, estoy cansado. Todos los días son como el metro que me lleva a Usera, un triste círculo de precario funcionamiento. Me meto a la cama, llevo el flexo a la mesita de noche, a modo de quinqué. En las habitaciones contiguas, suenan despertadores, la gente comienza a prepararse para asistir un día más a las clases en la universidad, y yo, con las ocho y media marcando en el reloj, cierro los ojos y me echo a dormir. Cuando he conseguido por fin conciliar el sueño...
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3 comentarios:

Daniel Aníbal dijo...

D. José Luis Lacruz Berdejo solo fumaba un cigarro al día y llegó a ser uno de los más prestigiosos civilistas de este país, creador de una importante escuela y de un grandioso manual.

UNO AL DÍA!

Diego Skanderberg von Zieza dijo...

¿Pero a qué hora?

Beni dijo...

Está bien, me ha gustado. Pero desde luego no es estilo Palahniuk, (como hablábamos el otro día por teléfono): Demasiados detalles insignificantes que provocan un ritmo lento. El ritmo que produce un texto de Palahniuk es vertiginoso, a pesar de que usa frases muy cortas. La clave está en que ninguna de las palabras que utiliza está de más: cada frase, por corta que sea, es directa y va al centro de la cuestión central de su obra.

De todas maneras, ya te digo que este relato me ha gustado más que otros. Personalmente, creo que sería un texto mucho más atractivo si tirases de reportorio estilístico del señor Chuck. Por ejemplo, cuando escribas lo de los cigarrillos, reserva un párrafo solo para ello. Me explico de manera práctica:

"Subo de nuevo a la zona de habitaciones, pero a la cuarta planta a dar la paliza a un colega.

Primer pito del día.

Criticamos al gobiernos mientras miramos por la ventana..."

Es una chorrada, mera cuestión estilística, pero es algo que hace muy a menudo Chuck Palahniuk y creo que es un recurso excelente. Marca un antes y un después en el texto, le da importancia a una frase que antes era insignifcante, y además logra, con ello, estructurar el relato.

Por cierto, Zigoto, he dado un nuevo giro a mi blog, a partir de ahora escribiré varias veces por semana, con post de todo tipo. Es que si me cierro a los relatos no lo actualizo nunca...
El primero va dedicado al señor Giuliani, a ver si entras y comentas.

Bye.