Y no es broma lo que voy a contar. Anoche tuve un sueño horroroso, terrible y horripilante. Soñé nada menos que repintaban nuestro querido Maui, cambiaban su vetusto y cutre mobiliario y lo convertían en un restaurante “modelno” y de aspecto minimalista, es decir, que volvía a su antiquísima vocación de los años 70 y dejaba de ser un paraíso costroso, descuidado y apto para enemigos del pijerío para regresar, con más fuerza si cabe, al mundo del glamour (o sea, abandonando el “puro glam” que tanto defiendo). Vaya sueño de mis cojones, de verdad.
Y qué mejor manera de despedirse de los ya ex-dueños del Maui que haciéndoles el honor de estar allí un sábado más, consumiendo en el garito garitorum torrelaveguensis, como siempre, al pie del cañón, dándolo todo. Un homenaje por todo lo alto. Había que agradecerles que tuvieran el suelo del piso de arriba cada día más lleno de mierda: polvo, vómitos, auténticas dunas de colillas, botellas de 2 litros de Coca-Cola y Kas abolladas (y en muchos casos reutilizadas después). Había que agradecerles que SIEMPRE sonara el mismo disco, siempre y sin cambiar (un poquito de reggaeton, un poquito de Melendi, una de Rammstein que pedí yo que bajaran con el e-mule, etc.). Había que agradecerles que nunca limpiaran las mesas cuando nuevos clientes las ocuparan, y que las bayetas que te proporcionaban para que las limpiaras tú estuvieran completamente empapadas. Había que agradecerles encontrarse de vez en cuando moscas y mosquitos flotando en unos vasos de calimocho cuyos bordes no estaban exentos nunca de la marca de la casa, o sea, la MIERDA SIN PALIATIVOS; la verdad es que el calimocho, tan oscuro que era, no permitía ver cuántas moscas flotaban en el interior del vaso y eran tragadas por la fiel parroquia del Maui, pero los que preferimos beber orgasmo o cerveza lo apreciábamos con mayor facilidad. También había que agradecerles precisamente la extraordinaria calidad del calimocho (4,5 € la botella, todo hay que decirlo): pocos calimochos son capaces de dejar en los labios de sus bebedores esa enorme línea negra, ese regusto a metralla (transformado en sabor a antojil mohoso si la botella era del día anterior, cuando nos la guardaban porque iban a cerrar). Porque eso sí, siempre hemos sido los últimos en abandonar el local, siempre los últimos, bien entrada la madrugada, en muchos casos expulsados por los propios camareros. Los últimos de Filipinas. Cuando se jodieron los automáticos del bar un día, con un par de velas, nos quedamos jugando al quinito. Con un par de velas y de huevos. Semper Fideles.
Algunos de estos miembros de la secta (no me incluyo, yo no fui) y se han peleado con el novio de la dueña (ayer iba repartiendo calendarios de tíos medio en pelotas a las chavalas allí presentes), han “hurtado” varios batidos (que nadie bebía, seguramente), yo he sido apercibido varias veces por un camarero para que dejara de hacer percusiones con botellas vacías sobre las mesas, y ayer Terra (que, para celebrarlo, se ha dejado bigote y patillas y parece un hacendado mexicano: una mexicana que estaba ayer en el Maui le preguntó que si lo era, y unos chavales de mi pueblo estuvieron vacilándole ostensiblemente) tuvo pelotera con otro camarero por “ocultarle” el flisflís limpiamesas. Pero en general hemos sido poco conflictivos, la verdad. Nunca lo somos en demasía.
Pues eso, que para agradecerles aunque sólo fuera el hecho de seguir manteniendo en pie nuestro templo, les dedicamos un partido de fútbol americano justo afuera del bar, frente a la entrada. Equipos: Beni y Mono; JotaJota y Zieza. Balón: la camiseta sudada de Terra (acabó renegrida y manchada de orines de Mono, que siempre suele mear cerca de la puerta del Maui). Vencedores: ninguno, porque ante la fatiga total de Mono, hubo que suspender el encuentro cuando perdíamos 8-7. Se consideró empate, por unanimidad. Hay vídeos que recogen algunos de los momentos estelares de este encuentro inolvidable. Espero que nunca salgan a la luz.
Y yo, para no ser menos, dejé un cachi lleno de “cerveza tibia” en el baño del Maui, siempre con el suelo tan achocolatado y con ese olor tan característico de los WC’s carentes de la más mínima higiene. Seguro que allí sigue en este momento, ya algo menos tibio, jejeje.
Y nada. Que a los próximos dueños del Maui, les digo (y creo hablar en nombre de todos los miembros de la secta), que vosotros pasaréis, tenéis fecha de caducidad, transitáis por nuestro templo como las flores se abren y se marchitan. Pero nosotros somos eternos, siempre estaremos ahí, somos el suelo en que esa flor crece. Somos parte integrante de ese GAIA que es el MAUI 2. Tratadnos, pues, como nos merecemos.
2 comentarios:
Muy buen post, si señor! Últimamente andabas un poco flojo, pero por fin has vuelto!
Llegan nuevos dueños. Comienza una nueva etapa que, como muy bien has dicho, será pasajera. Pero creo que estaría deluxe que empecemos a registrar todo lo que nos ocurre los días de fiesta. Las tochadas de Barrio, las frases para la historia de mono, quien ha sido el mejor al kinito esa noche...
Ya es hora de que nos pongamos las pilas y le brindemos al mundo la oportunidad de conocer como nos las gastamos.
Estaís conmigo?
por cierto... a ver si entras en mi blog y comentas mis columnas, cabronazo!
http://astruniar.blogspot.com
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