lunes, agosto 13, 2018
MAILLARD ULTRA
Estamos respirando
cada vez con mayor dificultad.
Siempre está encendido
y explica la casa. Venid.
Hay algo vivo dentro del horno
y no nos falta la leña.
Duran poco los silencios
en los infiernos persistentes.
Sudor finge ser vidrio
entre espectador y verdugo.
Porque la puerta es ciega,
el humo la guía al desbordarse.
Su olor barre nuestros cuerpos
a capricho del viento que esté al mando.
Y de nuevo apartamos otra pistola plañidera
dispuesta a llorar justificaciones.
Estamos respirando
nuestro segundo bautismo.
Esperando inútilmente
a que haya calma dentro del horno,
a que el grito se haga aroma,
su sufrimiento nuestro alimento.
Y nos sobra la leña,
sus mundos se acaban sin su permiso,
se confunden las pieles, la carne no es débil,
pero tampoco invencible ante la nuestra.
Sin embargo sabemos
que los rescoldos son de sueño ligero
y que una mano surgirá de entre ellos
para golpear el metal con sus secos nudillos.
Por eso nunca puede faltar el combustible.
Nunca hasta el antirruido. Nunca.
Porque bastante condena
nos imponen esos recuerdos
que al incinerarse dejan en las conciencias
un largo perfume a crematorio.
Estamos respirando
las cenizas que nos explican.
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