EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Las altas esferas nos miran con paternal complacencia. De lo que no son conscientes es de que nosotros, pequeños y escasos asteroides en plena explosión demográfica, cuando giramos a su alrededor, no lo hacemos dócilmente. Les escrutamos, les estudiamos. Una y otra vez. Aunque ya tengamos demasiado vistas sus superficies leprosas y salpicadas de chancros sifilíticos. Simplemente nos estamos reproduciendo, poco a poco. Estamos esperando el momento ideal, que acontecerá el día más pensado, cuando a la ocasión la pinten con rastas hasta la mismísima culera, para lanzarnos sobre sus sorprendidas caras. Algún día caeremos como hierros al rojo vivo sobre sus cordilleras podridas. No habrá coordinación, será una lluvia ácrata, un chubasco irregular y Aleatorio, sin una política definida. POR FIN.

Nuestros cerebros serán meteoritos de todos los colores. Eso es lo de menos. Caeremos a su derecha, a su izquierda, en sus bancos y en sus politburós. En sus templos, en sus logias, en sus sedes del partido, en sus Casas del Pueblo. Lapidaremos mentalmente sus Cuarteles Generales, sus centros de comunicaciones monodireccionales. Pianos de Jerry Lee Lewis sin teclas berreando silenciosamente "Great Balls of Fire". Eso seremos.

Pero mientras tanto, seguimos aumentando la familia. Se engrosa el cinturón. Es una batalla entre la mitosis asnal y la del pensamiento auténticamente libre.

Y se acabó el "si Dios quiere". Habremos de querer nosotros. Porque, llamadme loco, eso es lo que creo que Dios quiere: mujeres, hombres, personas actuando por sí mismos... con el pensamiento verdaderamente libre.

Firmado: una bomba nuclear tranquila.

lunes, enero 02, 2017

FELIZ AÑO NUEVO, GILIPOLLAS.

Y sí, he grabado un vídeo en vertical porque no sabía hacerlo de otra manera me apetecía.

Feliz año nuevo, Gilipollas.



Feliz año nuevo, Gilipollas. Hoy es 1 de enero de 2017 y me apetece llamártelo justo en el momento en que me miras con cara de besugo estreñido al intentar tragar las uvas como si la vida te fuera en ello mientras yo simplemente me hurgo la nariz con desdén. 

Sí: eres básica y esencialmente Gilipollas. 

Me encanta la palabra que tan bien te describe: Gilipollas. Es más universal que un cargador de Android e inmune a payasadas de género y número. Imperecedera, eterna, global, inclusiva, eufónica en su cacofonía, placentera en la boca de quien la pronuncia investido de justicia y justificación al hacerlo. 

Efectivamente, es aplicable a la práctica totalidad de seres vivos, como el Gilipollas de tu perro que se papea su propia mierda humeante en las mañanitas de noviembre; de individuos como el Gilipollas del vecino que se rasca los huevos a la vez que bosteza y exhibe sus fauces malolientes; de personas como la Gilipollas de tu suegra que vigila cada movimiento de su hija como si ésta fuese un puto muñeco sin criterio; de familias Gilipollas como las que se ríen con el mariquita de la tele pero no quieren bujarras en sus cenas de navidad; de tribus Gilipollas que votan a Gilipollas que sintetizan magníficamente la voluntad general de los Gilipollas; de dinastías de Gilipollas a las que aplaudimos como Gilipollas. 

Como ves, oh Gilipollas, él es Gilipollas, ella es Gilipollas, ellos son Gilipollas, ellas son Gilipollas. Es una palabra tan invariable como el hecho de que eres Gilipollas, sigues siendo Gilipollas, estés en 2016 o en 2017, en España o pisando boñigas de yac en pleno Tíbet. 

Qué más da si eres hombre, mujer, okapi transgénero o bonsai transgénico: eres Gilipollas. Gilipollas que se embadurna en modernidad mientras su mente apesta a cerrilismo cateto, a infantilismo, a ignorancia deliberada, a sectarismo canalla. A tendencia y apariencia, a hipocresía, a doble vara de medir, a rencor prepúber inexplicable, a necesidad de atención a precio de saldo presentada entre trompeteos como rebeldía y lucha. 

¿No te das cuenta? Eres Gilipollas. Y me apetecía recordártelo hoy mismo para que lo tengas presente el resto del año.

Si llego a escribirte esto en verso quizá me hubieras prestado más atención porque habrías creído que esto es un poema de los modernos. Porque eres Gilipollas. 

Y sí, es cierto: cuando me miro al espejo veo a un Gilipollas, así es, pero con conciencia de auténtico Gilipollas, que no se cree un ser espléndido y especial como tú, como vosotros, como vosotras, como ellos y como ellas, cada vez que escupen a la memoria de Espronceda con sus horribles alardes. 

Valientes Gilipollas. 

En fin, traga las uvas y, si estás de irte, hazme el favor de cerrar la puerta al salir. 

Feliz año nuevo. Gilipollas.

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