domingo, julio 02, 2006
Crónica de mi acto de quasi-licenciatura
Estoy a falta de dos (ó tres, aún me falta de saber una nota) para licenciarme en Derecho, pero este viernes ya hice el correspondiente acto de licenciatura. Nuestro padrino: el inefable Presidente de Cantabria, don Miguel Ángel Revilla Roiz, natural de Polaciones.
Començou el acto con un buen discurso de el Decano de la Facultad, el Catedrático de Historia del Derecho, y uno de los mejores profesores que he tenido hasta la fecha. Su mención a la importante labor de madres y abuelas a lo largo de la carrera no le pasó desapercibida a la plasta de mi madre, quien a buen seguro se encargará de recordármelo constantemente a lo largo del resto de mi vida. Después nos soltó Revilla un discurso muy político (no cabía esperar otra cosa, para qué engañarnos. Además, no lo hizo mal del todo, y la gente no se aburrió), seguido del de nuestra querida delegada y compañera Carol, para proceder después a la imposición de las becas, no sin antes recibir de manos de nuestro Presy la correspondiente pulserita del Año Jubilar, y que en estos momentos porto todo orgulloso en mi muñeca diestra. También nos tiramos una foto con él cada uno de nosotros, la cual nos entregará firmada y todo. Joder, a pesar de que no le he votado nunca, y está coaligado con esos ineptos del PSOE, este presidente, tan populista y dicharachero, no deja indiferente a nadie.
Después asistimos a un vino de honor en la Sala de Juntas, en donde saludé a muchos de mis profesores y pude observar el funcionamiento trifásico-continuado del Catedrático de Procesal: canapé-lingotazo-limpiada de morros. Un buen profesor, no obstante, ya que una cosa no quita la otra, claro está. Mi madre, emocionadísima, agradeció el comentario relativo a las madres al Decano, y éste correspondió diciendo a mis progenitores que yo había sido a lo largo de mi carrera un tío muy responsable y aplicado, lo cual, a pesar de todo lo que penséis, cacho cabrones, no deja de ser cierto. Ya empezaba a estar harto de la corbata del trajecito a estas alturas, y a la salida del "cocktail" se la di a mi madre. Se fueron mis padres y familiares y yo me fui con varios compañeros a celebrarlo a la cervecería de enfrente de mi facultad, donde tantos bocatas y menús del día he degustado a lo largo de mi carrera. Les conté mis aventuras en la biblioteca, que ya comentaré en algún otro post. Después marchamos para la Cañía (donde allá por el 2001 me saqué el carnet de conducir), para tomarnos algo antes de marchar para el Rhin: sólo fuimos 4 profesores y ocho alumnos, pero fue una velada magnífica, siempre es bonito comprobar que tus profesores, aparte de ser excelentes personas, saben hablar de mucho más que de Derecho Procesal o Administrativo. Estuvo muy bien. Después, una parada en un Pub de Santander lleno de vejetes ligones, con copas al módico precio de 7,50 € (en Torrelavega valen 4, para que se haga el lector una idea), y de camino al BNS, donde bailoteé como un poseso en muy pocas canciones (básicamente en las ochenteras), y me cagué en el puto Reggaeton que inunda todo. Después, sentada en la playa del Sardinero para ver amanecer (con traje y todo, hala), y posterior desayuno en Corbán. Finalmente, un compañero de clase, Rafa alias Falete, me llevó a casa, lugar al que arribé a las diez de la mañana. Dormí hasta las cinco de la tarde, cual lorquiano, me arreglé, y caminito de Suances, lugar del que hace apenas cuatro horas que he vuelto. Estoy baldado y me duele la barriga porque casi no he comido nada en 3 días.
Pero ha merecido la pena. Momentos felices como estos no abundan mucho en mi vida últimamente.
Y encima, mis parientes me dieron regalos en metálico: una pluma y unos billetitos de curso legal. No está mal, ¿no?
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