martes, febrero 07, 2017
QUERIDA ALEGRÍA III
Verán ustedes:
Es pura cuestión de fobia al armatoste,
de suerte al esquivar el escupitajo.
Una jungla se cruza con otra,
hibridan, se injertan,
se prenden fuego mutuamente,
se apagan en la nada. El vacío
es envidioso y violento,
obligado por el pánico presumible
a azotar sus langostas
bajo la mesa de invitados cobardes.
Hacia el verano se elevan los tigres
de cerebros como ministros sin cartera,
apasionante trámite de audiencia
en horas siempre altas.
Los árboles encogen la mirada
cuando ven pasar la fragua y el daño
por entre sus ramas pírricas.
Verán ustedes:
Mamá y papá saben todo esto
porque asisten a terapia de parejas.
Nos iremos de vacaciones en abril
y mamá dejará de preocuparse
por el rayón que le hice en el coche.
Papá y mamá saben que estoy loca
y sólo me preocupa cuando lo olvidan.
Están orgullosos de mis hélices,
de mis dedos como migajas sangrantes
sobre el cabello del inocente,
están orgullosos de mis hélices
atascadas en las voces del paria.
Están orgullosos de mis hélices
aunque no existan. Ni ellos
ni las hélices.
Verán ustedes,
verán que alegría
cuando se derramen las canas
sobre el trago y la sombra
de mi soledad.
Verán ustedes
cuando llegue la necesidad por nada,
la necesidad por nadie.
Ya lo verán.
Es pura cuestión de fobia al armatoste,
de suerte al esquivar el escupitajo.
Una jungla se cruza con otra,
hibridan, se injertan,
se prenden fuego mutuamente,
se apagan en la nada. El vacío
es envidioso y violento,
obligado por el pánico presumible
a azotar sus langostas
bajo la mesa de invitados cobardes.
Hacia el verano se elevan los tigres
de cerebros como ministros sin cartera,
apasionante trámite de audiencia
en horas siempre altas.
Los árboles encogen la mirada
cuando ven pasar la fragua y el daño
por entre sus ramas pírricas.
Verán ustedes:
Mamá y papá saben todo esto
porque asisten a terapia de parejas.
Nos iremos de vacaciones en abril
y mamá dejará de preocuparse
por el rayón que le hice en el coche.
Papá y mamá saben que estoy loca
y sólo me preocupa cuando lo olvidan.
Están orgullosos de mis hélices,
de mis dedos como migajas sangrantes
sobre el cabello del inocente,
están orgullosos de mis hélices
atascadas en las voces del paria.
Están orgullosos de mis hélices
aunque no existan. Ni ellos
ni las hélices.
Verán ustedes,
verán que alegría
cuando se derramen las canas
sobre el trago y la sombra
de mi soledad.
Verán ustedes
cuando llegue la necesidad por nada,
la necesidad por nadie.
Ya lo verán.
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