lunes, diciembre 19, 2016
QUERIDA ALEGRÍA II
Querida alegría desquiciada, toma asiento
entre mis rojizas bisagras de calma.
Deja de golpear los cristales...
demasiado frío ahí afuera.
Tres montes me ofrecieron ser feliz,
sus lomos serían ángeles
dibujando vegas con cálida escarcha;
me hablaron de sed, de cuarentena,
de estepas preñadas de envidias,
de barrancos de lentísima caída,
si rompía su círculo previsto.
Así que te envié mil cartas
suplicando una visita improbable
a mi terco retiro.
Acudiste seguramente
para burlarte de tanto yermo tallo.
Pero acabose mi paciencia
y cuando atravesaste el recibidor,
y te reíste de mis sobras afectivas,
soldé cada palmo de la puerta.
Así quedamos encerrados
cada cual a su manera,
a su modo,
a su forma,
a su estilo.
Y ahora que estás aquí, te jodes.
Me conocerás
cuando sangres tu deuda en mi frente.
Me conocerás
cuando hagas falta ultrapuertos.
Me conocerás cuando yo lo diga.
entre mis rojizas bisagras de calma.
Deja de golpear los cristales...
demasiado frío ahí afuera.
Tres montes me ofrecieron ser feliz,
sus lomos serían ángeles
dibujando vegas con cálida escarcha;
me hablaron de sed, de cuarentena,
de estepas preñadas de envidias,
de barrancos de lentísima caída,
si rompía su círculo previsto.
Así que te envié mil cartas
suplicando una visita improbable
a mi terco retiro.
Acudiste seguramente
para burlarte de tanto yermo tallo.
Pero acabose mi paciencia
y cuando atravesaste el recibidor,
y te reíste de mis sobras afectivas,
soldé cada palmo de la puerta.
Así quedamos encerrados
cada cual a su manera,
a su modo,
a su forma,
a su estilo.
Y ahora que estás aquí, te jodes.
Me conocerás
cuando sangres tu deuda en mi frente.
Me conocerás
cuando hagas falta ultrapuertos.
Me conocerás cuando yo lo diga.
miércoles, diciembre 14, 2016
HE VUELTO DE ENTRE LOS MUERTOS
Sé que se lo temían: «He vuelto de entre los muertos».
Prólogo de Carlos Salem.
Ediciones Ruleta Rusa.
Volveré a la vida. Muy pronto...
Prólogo de Carlos Salem.
Ediciones Ruleta Rusa.
Volveré a la vida. Muy pronto...
lunes, diciembre 12, 2016
SUBVALERIANA VI
Observen: somos hijos de conciencias ajenas.
El secreto (de la barbarie) está en la masa.
Soy esa adarga que toda lanza ajena jode,
el cuchillo que chilla al notar la piedra en su filo,
el vértice del bosque sin propágulos.
Los coágulos de memoria son un búnker de proyectiles insaciable,
anfibológicamente imperfecto,
ansiosos de más rayos para el doliente.
Más allá de la Hiperbórea del Papel,
dará eternos pasos al frente nuestro Verbo:
En el confío
a falta de pan honrado
entre estas reyertas.
Somos la masa más gris que el águila en el cielo pudiera vislumbrar,
desciende, nos desuella hasta lo sulfúrico.
Creerse único
es eutanasia.
El secreto de la barbarie está en la masa
porque cada deforme porción que la conforma
se cree tan especial como el resto de aquella.
El secreto (de la barbarie) está en la masa.
Soy esa adarga que toda lanza ajena jode,
el cuchillo que chilla al notar la piedra en su filo,
el vértice del bosque sin propágulos.
Los coágulos de memoria son un búnker de proyectiles insaciable,
anfibológicamente imperfecto,
ansiosos de más rayos para el doliente.
Más allá de la Hiperbórea del Papel,
dará eternos pasos al frente nuestro Verbo:
En el confío
a falta de pan honrado
entre estas reyertas.
Somos la masa más gris que el águila en el cielo pudiera vislumbrar,
desciende, nos desuella hasta lo sulfúrico.
Creerse único
es eutanasia.
El secreto de la barbarie está en la masa
porque cada deforme porción que la conforma
se cree tan especial como el resto de aquella.
martes, diciembre 06, 2016
SHOW DE RIPIOS III
Lo que sus ojos dijeron
fue lápiz contra diamante.
Lo que sus ojos dijeron
fueron palabras brillantes,
palabras duras, de hierro
como hierro en bracamarte.
Lo que sus ojos gimieron
bajo frente desplomada
fueron espinosos verbos
dichos, mas sin decir nada.
Lo que sus ojos gritaban
con tímpano a bocajarro
eran voces ignoradas
por tantos burgueses años.
Lo que sus ojos mataban
eran gentes prescindibles,
y el tránsito clareaba
tornándosele invisible.
Lo que sus ojos ansiaban
era haber nacido ciegos.
"Muy mal sus ojos midieron
la anchura de aquesta calle"
decían los enfermeros
que atendieron al cadáver.
Lo que sus ojos lloraron
-atropellados en sangre-
fue que no vivir tapados
causó el terrible desastre.
Y los ojos del difunto
miraron a las estrellas:
por prima vez n'este mundo
mirar les valió la pena.
Lo que sus ojos dijeron
fue siempre tierra entre tierra.
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